URGENTE LA REACTIVACIÓN DE LAS INVERSIONES PRODUCTIVAS.
Ricardo Caballero de la Rosa
Como siempre, nuestra economía política, en su articulación contradictoria y dialéctica, está forjando su destino inmediato en los próximos meses, cuando se decida el rumbo electoral de la mitad de nuestros espacios políticos estatales y del ámbito legislativo federal y local. Cualquier modificación tendrá repercusiones en la política económica y en la gestión de la pandemia, así como en los resultados a final de 2021.
El antecedente inmediato es un desastre intenso. El 2020 cerró con un comportamiento negativo que llegó a -8.5%, según lo dio a conocer el INEGI, lo que quiere decir que los sectores productivos tuvieron un desempeño errático, en parte por la pandemia y en parte porque ya se venía dando una caída desde finales de 2018. Las actividades primarias, contra esta tendencia, es decir, el campo con la agricultura y la ganadería, sí lograron registrar un dato positivo, si bien modesto.
El sector muy afectado es el de las industrias, el cual en todos sus componentes no ha registrado un saldo positivo.
Con base en cifras desestacionalizadas, el Indicador Mensual de la Actividad Industrial dado a conocer por el INEGI (compuesto por minería; generación, transmisión y distribución de energía eléctrica, suministro de agua y de gas por ductos al consumidor final, construcción e industrias) avanzó apenas 0.1% en términos reales en el último mes de 2020, respecto al mes previo.
Por sectores de actividad económica, la generación, transmisión y distribución de energía eléctrica, suministro de agua y de gas por ductos al consumidor final aumentó 1.7%. Las industrias manufactureras por su parte crecieron 1.1%, mientras que la construcción disminuyó -2.7% y la minería -0.3% durante diciembre pasado, frente al mes precedente con cifras ajustadas por estacionalidad.
El saldo anual es preocupante. En efecto, de enero a diciembre de 2020 este indicador de la actividad industrial registró una disminución de -10%, lo cual implica un mayor retroceso respecto al comportamiento de la economía nacional.
La minería decreció -1,1%. La generación, transmisión y distribución de energía eléctrica, suministro de agua y de gas por ductos al consumidor final llegó a un descenso de -5.3%.
El sector de la construcción no pudo generar un ritmo aceptable y cerró entre enero y diciembre en -17.2%, una drástica caída cuyos resultados son desastrosos por el impacto que tiene en otras actividades.
Las industrias manufactureras cerraron en -10%, un dato igual de preocupante porque de éste depende el aspecto de alta productividad en la industria mexicana y su sector exportador, sobre todo a los Estados Unidos.
El Banco de México, siguiendo la pista del proceso inflacionario y para apoyar a los sectores industriales redujo, como se sabe, su tasa de interés de referencia para llegar a 4%, lo que muestra esa política de dinamizar las inversiones y hacer que el crédito permita una recuperación acelerada.
Sabemos que el 2021 en términos económicos será positivo y se estima que crezcamos en al menos un 3.5%. Pero este aumento no será suficiente para recuperar lo perdido, para recuperar el empleo, elevar la productividad, incentivar las inversiones, generar más salarios familiares y crear el trabajo digno que los mexicanos demandamos. Quizá hacia 2023 o 2024 estemos reiniciando la ruta del crecimiento.
Esperemos que las elecciones de este año logren crear un nuevo arreglo institucional que permita reformas el espectro político y facilitar el crecimiento, con un nuevo perfil de gobernadores en 15 estados del país, lo que incida de manera directa y favorable en el mejoramiento de las bases de nuestro endeble desarrollo.
Mi correo Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
