• MORENA Y EL SÍNDROME DEL PESCADO

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    Contracolumna
    • DISPUTA POR LA SUCESIÓN PRESIDENCIAL
    JOSÉ MARTÍNEZ M.

    Todo mundo asocia el infierno con el azufre. Y donde hay azufre huele a huevo podrido. Es lo que ocurre en Morena donde el ambiente es turbio e irrespirable producto de la descomposición política que se vive en ese partido. Hay una bacteria que contaminó a esa organización desde su fundación. Su origen está en las aguas turbias de los pantanos de la Macuspana donde todo es cenagoso.

    El ambiente es tan turbio que seguramente el más experimentado de los buzos no se atrevería a sumergirse en esas aguas tan espesas y negras y muy contaminadas como el drenaje profundo. Los túneles, las alcantarillas y las tuberías de Morena están repletas de todo tipo de desechos humanos.
    Durante más de dos milenios, hasta mediados del siglo XX se utilizó la palabra síndrome para designar ciertos trastornos etiológicos, pero su significado se amplió al incluir los estados patológicos caracterizados por una sintomatología compleja.

    En el vocabulario médico se habla de la palabra síndrome cuando se presentan una serie de síntomas simultáneos, generalmente tres o más. Incluso hay referencias de herencia congénita. Y justamente eso es lo que ocurre en Morena, un partido creado por Obrador a su imagen y semejanza.

    Uno de los síntomas de que algo anda mal fue el vacío de dirección desde la fundación de Morena, luego estalló una guerra de acusaciones por corrupción hasta llegar fragmentados a luchar por el control del partido. Se presentaron más de medio centenar de aspirantes a dirigirlo hasta llegar a una encarnizada confrontación entre los diputados Porfirio Muñoz Ledo y Mario Delgado.

    En su ambición por el poder han demostrado que están dispuesto a todo para alcanzar sus fines, entonces lo más razonable a estas alturas sería que los dos se batieran en un duelo para tratar de limpiar su honor, lo que signifique esa palabra para ellos, si es que para ambos ese concepto tiene algún significado.
    Quien se haga del control del partido tendrá por delante un enorme desafío. Refrendar el triunfo de Morena en las próximas elecciones dotará el jefe de esa nomenclatura de un gran poder.

    Pero las cosas no son tan simples. El que resulte el líder de Morena deberá contar con un coaching para mejorar la actitud mental de sus huestes. Y es ahí donde empiezan los problemas, todo por el maldito síndrome del pescado.

    Todos sabemos que el pescado se pudre por la cabeza. Vaya, hasta lo dice un añejo refrán basado en la sabiduría popular. Y eso ocurre con el gobierno de la cuarta transformación y su partido a los que les pasa lo mismo que al pescado al pudrirse.

    De las diatribas a los hechos, el gobierno de la cuarta transformación comenzó a pudrirse en la cabeza con los yerros del presidente Obrador por sus malas decisiones en todos los sectores del gobierno, desde la fallida estrategia antinarco pasando por los equívocos en materia de política económica y social hasta avanzar progresivamente hasta la cola. Es decir, al partido Morena. El país es un reflejo de lo que proyectan sus dirigentes y eso explica el conjunto de los malos resultados.

    Vivimos la peor etapa en la historia del país pero el presidente Obrador se jacta que todo está “requetebién”, que la crisis pandémica “nos cayó como anillo al dedo” y que “el pueblo está feliz, feliz”.

    Con un partido dividido y en decadencia, pero aún peor con una muchedumbre que confía a ciegas en su líder, el gobierno de Obrador está marcado por el fracaso.
    Uno año después del avasallador triunfo de Morena, la revista Proceso publicó una portada premonitoria: “AMLO se aísla”… “El fantasma del fracaso”. La respuesta de Obrador ya la sabemos.

    Obrador desde el principio se jactaba que gobernar “no tiene ciencia” pero se equivocó y está pagando caro las consecuencias de su ineptitud y su arrogancia.
    Franklin D. Roosevelt en su último discurso –dos días antes de morir– con motivo del “Jefferson Day”, acuñó una célebre y demoledora frase: “Un gran poder conlleva una gran responsabilidad”. Estados Unidos vivía entonces la responsabilidad de su liderazgo en su intervención en la Segunda Guerra Mundial.
    Lo malo de México en el contexto actual de su mayor crisis de su historia, es Obrador resultó un presidente pequeño para un país con grandes problemas. De ahí, el síndrome del pescado.

    La cuarta transformación se comenzó a pudrir desde la cabeza.

    Es innegable que existe un progresivo desencanto en Morena y en el gabinete presidencial. Las renuncias de varios de sus principales colaboradores, comenzando por la de Carlos Urzúa, a la secretaría de Hacienda hasta la de Jaime Cárdenas Gracia, al Indep, fueron porque no podían soportar “el olor del pescado pudriéndose”.

    Lo que está ocurriendo en Morena es como la gangrena de la cuarta transformación.

    En el fondo, la disputa es por la sucesión presidencial. Quien controle el partido nos dará una clara señal del perfil de quien ambiciona ser el sucesor de Obrador.
    Lo de Porfirio Muñoz Ledo de obsesionarse por el control del partido es una bellaquería. Bajo el pretexto de una “superioridad” política e intelectual lo asume como un derecho a usurpar el poder del partido.

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