· MORENA, DEDOCRACIA Y LA FE CIEGA

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    Contracolumna

    · ALIANZAS: POR QUÉ ANABELL AVALOS

    JOSÉ MARTÍNEZ M.

    La disputa por obtener un cargo de elección desató una guerra interna en Morena mucho antes de los plazos establecidos por el INE para el registro de los precandidatos.

    Lo anterior contrasta con las “negociaciones” –por llamarlas de algún modo– de los candidatos de la alianza de los partidos opositores al régimen obradorista.

    En cambio Morena se ha caracterizado por dirimir hasta los golpes los cargos de elección, tanto de su dirigencia como los de representación popular. Es el sello de la casa.

    De acuerdo a la dirigencia de ese partido, los candidatos se van a elegir mediante “encuestas”.

    Todos ya sabemos cómo se las gastan los obradoristas. Las famosas “encuestas” son una simple simulación. En Morena rige la añeja práctica de la escuela del “dedo elector”. Y no hay mejor exponente de la “dedocracia” que el presidente Obrador.

    Según los lineamientos de Morena quienes aspiren a ocupar un cargo de elección “deben” asumir “los compromisos y valores” del partido: “no mentir, no robar, no traicionar e impulsar la cuarta transformación”.

    Ya sabemos que para el presidente el “requisito” más importante de un obradorista para ocupar un cargo en el gobierno o de representación, “es ser honrado un 90 por ciento y 10 por ciento de capacidad”.

    En otras palabras: la premisa es ser más o menos honrado aunque se sea un inepto.

    La verdadera esencia que garantiza el respaldo del partido es la “fe ciega”.

    Un ejemplo de lo que se está viviendo en Morena acontece en Tlaxcala, aunque es parte de lo mismo que ocurre a lo largo y ancho de todo el país con los aspirantes a los gobiernos estatales.

    No es que Tlaxcala sea un laboratorio político, pero aun cuando se trata del estado más pequeño de nuestra geografía política, allí podemos palpar la injerencia del presidente Obrador para imponer a la candidata bajo el pretexto de la repartición de cuotas por el asunto de género.

    Morena tiene siete aspirantes a disputarse la gubernatura del estado, pero la “favorita” de Obrador es Dulce Silva, la esposa de su exvocero César Yáñez. Aunque es oriunda de Huamantla, Dulce Silva es una completa desconocida, ha hecho la mayor parte de su vida en el estado de Puebla. Allá ha hecho sus negocios, allá estuvo en la cárcel por delitos de fuero común y allá se casó, en una boda insólita para los pregones de la falsa austeridad que pregona el presidente Obrador, quien fue testigo e invitado de honor esa fiesta “fifí”.

    En Tlaxcala, mucho antes del proceso interno de Morena y de los lineamientos marcados por el INE, Dulce Silva y su compañera de viaje Lorena Cuéllar, emprendieron una guerra mediática para hacerse notar. Derroche de recursos, insultos y descalificaciones han regido en sus respectivas pretensiones.

    En medio de todo este lodazal el PAN ha puesto sobre la mesa la propuesta de Minerva Hernández Ramos como la candidata de la alianza entre el blanquiazul, el PRI y otros aliados.

    El PRI, en tanto, se apresta a proponer su carta fuerte en la persona de la alcaldesa Anabell Avalos Zempoalteca, quien en su reciente informe de gobierno dio una demostración de su capacidad de convocatoria.

    ¿Por qué Anabell? La pregunta resulta ociosa. La respuesta es contundente: capacidad y honestidad.

    Anabell garantiza para la alianza partidista no solo un triunfo sino un buen gobierno. Su gobernanza en la capital del estado lo garantiza. Tiene experiencia y vocación, es ajena al escándalo y a las diatribas. Ha sido una gobernante de hechos.

    En realidad en este país son pocos los políticos con esas cualidades. Su personalidad contrasta con las aspirantes de Morena.

    Anabell y Minerva medirán sus fuerzas para disputarse la candidatura al gobierno del estado. Hay quienes apuestan que se impondrá el músculo de Anabell, quien de acuerdo a las apuestas es la que cuenta con el mejor perfil para asestar un nocaut a Morena toda vez que se decida quien de Dulce Silva o Lorena Cuéllar se suban al ring.

    El modelo de Tlaxcala puede ser un ejemplo a replicar en los estados donde habrán de disputarse los próximos comicios de medio gobierno.

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