· ALIANZAS, EL AGUA Y EL ACEITE

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    Contracolumna

    · MORENA CONTINUACIÓN DEL PRI

    JOSÉ MARTÍNEZ M.

    ¿Quién dice que el agua y el aceite no se mezclan?

    Lo que no puede hacer la química lo resuelve la política.

    Todo es posible en la política mexicana. Las alianzas entre partidos es una muestra. No es materia de ciencia política ni de experimentos de aprendices de brujos.

    Así como en las guerras hay aliados que combaten contra enemigos comunes, en política hay negociaciones secretas y otras no tanto para establecer alianzas. El objetivo es acabar con el enemigo y hacerse del poder. En eso consiste una alianza, donde unos pierden y otros ganan. Es lo que algunos definen como ganar perdiendo, perder ganando.

    Esa es la fórmula de la alianza entre el PRI-PAN-PRD y otros aliados que buscan ir de la mano para hacer frente a Morena, quien a su vez viene formalizando alianzas con el Panal, el PT y otras organizaciones políticas.

    Lo interesante es que en la guerra electoral que viene, que ya está aquí, el PRI es como la masa madre que alimenta a nuestro sistema político.

    Así como las bacterias de esta masa están presentes en muchos de nuestros alimentos, así el PRI está presente en la vida de los partidos. Tanto que Luis Javier Garrido –un estudioso del PRI– hizo famoso el aforismo de “en México todos somos priistas hasta demostrar lo contrario”.

    En Morena, el PRI está más que presente. En los genes de Obrador está presente el adn del PRI, lo mismo que en Porfirio Muñoz Ledo, Manuel Bartlett, Marcelo Ebrard, Ricardo Monreal, Mario Delgado, Layda Sansores, Citlali Ibáñez Camacho mejor conocida como Yeidckol Polevnsky y en muchos de aquellos que hoy se asumen de “izquierda”, incluido el propio Cuauhtémoc Cárdenas quien se encuentra en retiro como suelen hacerlo los cardenales cuando se jubilan y solo se dedican a pontificar.

    No es extraño que Morena sea, por tanto, un galimatías político donde reina la confusión ideológica. Su declaración de principios es tan ambigua que incurre en contradicciones. Las incongruencias están a la vista.

    Morena se define como un “partido democrático”. “Nuestro partido –dicen sus documentos– es un espacio abierto, plural e incluyente, en el que participan mexicanos de todas las clases sociales y de diversas corrientes de pensamiento, religiones y culturas”.

    La Declaración de Principios de Morena se establece en diez puntos. Algo así como los Diez Mandamientos. No hay una sola línea en donde se declare como un partido de izquierda ni de tendencia socialista.

    Es tan ambiguo como el famoso refrán de “todo cabe en un jarrito, sabiéndolo acomodar”.

    De ahí la pertenencia de personajes conspicuos de la extrema derecha y de ultras de la izquierda, con una presencia de expriistas que en su mayoría ahora se asumen de “izquierda”.

    Así ha sido siempre desde el origen de nuestro sistema partidista. El Partido Nacional Revolucionario surgió de una mega alianza (más de 900 partidos locales) en 1929 y luego se transformó en el Partido de la Revolución Mexicana, ahora con sectores corporativos y de ahí emanó el PRI, ya como el partido de la Revolución Institucionalizada.

    Fue así como comenzó la fusión del agua con el aceite.

    Morena, ahora, es la continuación del PRI por otras vías del subdesarrollo político. Lo malo de Morena es que es el drenaje del PRI.

    Lo mismo ocurrió con la izquierda mexicana.

    Hace siete décadas (1955) se dio un debate entre Vicente Lombardo Toledano y Vicente Fuentes Díaz cuando se propuso una alianza entre el Partido Popular Socialista con el Partido Comunista Mexicano y el Partido Obrero Campesino de México.

    En la pasada década de los ochenta el Partido Comunista Mexicano –el más antiguo de los partidos que dieron origen a la izquierda de nuestro país– sucumbió para dar paso al Partido Socialista Unificado de México, fue una consecuencia de la reforma política de finales de los setenta.

    En 1985 el PSUM se fusionó con el Partido Mexicano de los Trabajadores que encabezaba Heberto Castillo y de ahí surgió el Partido Mexicano Socialista, mismo que en 1989 sería parte del Frente Democrático Nacional en la que un grupo de conspicuos priistas encabezados por Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo lideraban la Corriente Democrática del PRI.

    De ese Frente surgiría el Partido de la Revolución Democrática y del PRD se desprendería la fracción obradorista que desde 2010 dio los primeros pasos a lo que más tarde se convertiría en el Movimiento de Regeneración Nacional.

    Proveniente de las filas del PRI, Obrador quien fue líder estatal del tricolor en Tabasco ahora maldice y reniega de las alianzas del inexistente (hasta ahora) bloque opositor amplio.

    Frente a las alianzas partidistas entre PRI-PAN-PRD, el partido de Morena es una babel política. Un champurrado de políticos de todas las ideologías convergen en su seno, cuyo guía moral ha asumido tendencias fascistas.

    Las alianzas actuales son un laboratorio para los analistas políticos.

    Y como en la guerra y en el amor, también en la política todo se vale, como en Morena, el partido de las incongruencias, donde es capaz de unir a la extrema izquierda con la extrema derecha.

    En Morena vemos con claridad el límite de la densidad entre el aceite y el agua.

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