López Obrador y el Papa Francisco

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    Una relación difícil que se acerca a la confrontación
    J. JESÚS LEMUS

    La designación del obispo emérito Felipe Arizmendi Esquivel como nuevo cardenal de la Iglesia Católica en México, no solo es el reconocimiento personal que ha hecho el Papa Francisco a la trayectoria de servicio de este religioso, evidencia también el punto álgido en el que se encuentran las relaciones oficiales entre el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, y el Papa Francisco, Jefe del Estado Vaticano.

    En México, la elevación a rango de cardenal de Felipe Arizmendi Esquivel se ha recibido no solo como una designación más, sino como una propuesta del Papa Francisco para dar mayor fuerza a la voz de los desposeídos, principalmente a la de los pueblos indígenas de Chiapas, de los que se ha distanciado el presidente López Obrador.

    Hay que recordar que desde 2018, en pleno proceso electoral en donde Andrés Manuel López Obrador surgió como candidato y luego Presidente Constitucional, los pueblos indígenas de Chiapas, acaudillados por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), marcaron distancia con la propuesta política del hoy presidente de México.

    El distanciamiento de los pueblos indígenas -que hablaron a través del EZLN- con el entonces candidato López Obrador, se dio desde el momento en que ellos lanzaron su propia candidata independiente a la presidencia de la república, cargo que recayó en María de Jesús Patricio Martínez, “Marichuy”, con lo que negaron el voto indígena a favor de la propuesta de López Obrador.


    La campaña de contrapeso de la comunidad indígena del sur de México contra López Obrador, fue apoyada y organizada por el EZLN, bajo la dirigencia moral del entonces obispo emérito de San Cristóbal de las Casas, Felipe Arizmendi, uno de los principales promotores de la Teología de la Liberación, la corriente de la Iglesia Católica que propone el trato preferencial a los pobres y que ha cobijado los movimientos de resistencia que protagonizan decenas de pueblos indígenas desposeídos en todo el territorio mexicano.

    Felipe Arizmendi Esquivel, desde 1991, cuando fue nombrado por el papa Juan Pablo II como obispo de Tapachula y después obispo emérito de San Cristóbal de las Casas, arraigó su pensamiento de servicio eclesiástico entre las comunidades indígenas de Chiapas, lo que hizo que ganara el cariño de los pueblo, casi en la misma dimensión que en su momento lo logró el obispo Samuel Ruiz García, el principal promotor del alzamiento del EZLN.

    Por eso hoy la elevación a cardenal del obispo Felipe Arizmendi es vista con júbilo dentro de la comunidad indígena de Chiapas, pues representa el apoyo tácito del Papa Francisco a los reclamos que las comunidades indígenas del sureste de México mantienen frente a la administración del gobierno federal del presidente Andrés Manuel López Obrador.

    Desde que Andrés López Obrador era candidato, el EZLN le retiró su apoyo.
    Desde que Andrés López Obrador era candidato, el EZLN le retiró su apoyo.(ISAAC GUZMAN/AFP via Getty Images)
    El principal reclamo que los pueblos indígenas de Chiapas hacen al presidente López Obrador, se centra en su visión de que la llamada Cuarta Transformación no representa ninguna posibilidad de cambio social en México, y que a pesar del discurso oficial donde se refiere como prioridad a los pobres, en realidad solo se atiende a los intereses de los grandes capitales, como parte del sistema de gobierno que ha prevalecido en México desde hace décadas.

    Desde el EZLN, bajo la directriz moral del obispo Felipe Arizmendi, los pueblos indígenas de Chiapas han referido en diversos comunicados –emitidos desde el Comité Clandestino Revolucionario Indígena (CCRI)- que el presidente López Obrador solo fue elegido por el sistema como el más eficiente para cuidar los intereses del capital.

    “Y las pruebas de amor que dio el señor López Obrador, o que está dando este señor, para el gran capital, o sea para el finquero, son, entre otros, la entrega de los territorios de los pueblos originarios. Sus proyectos para el sureste, por mencionar algunos, para el Istmo, para Chiapas, Tabasco, Yucatán y Campeche, son, en realidad, proyectos de despojo”, suscribieron en julio de 2018 los subcomandantes Moisés y Galeano.

    Francisco también juega a la política

    Desde el 13 de marzo de 2013, cuando el cardenal Jorge Mario Bergoglio se convirtió en el Papa Francisco, hasta el día de hoy, el obispo de Roma ha designado 93 nuevos cardenales de la Iglesia Católica en todo el mundo. De ellos, cuatro han sido mexicanos y han sido designados en momentos claves del contexto social y político que se vive en México.

    También, en el caso de México, el Papa Francisco -tal vez atendiendo a la necesidad de adecuar el papel de la Iglesia Católica frente a los reclamos de cambio que ya pulsaban en 2016- decidió cambiar a su representante frente al Estado mexicano. El Nuncio Apostólico Christophe Pierre fue suplido por Franco Coppola.

    El movimiento, en su momento, también pareció rutinario. Pero a la luz de los años se observa de una agudeza política incuestionable; Franco Coppola no solo llegó a México para encarar la crisis silenciosa que ya vivía la Iglesia Católica por los escándalos de pederastia, sino que llegó para conducir a la iglesia en el momento de confrontación que vivía con el Estado Mexicano, a causa de la iniciativa gubernamental para la legalización de los matrimonios entre personas del mismo sexo.

    El Nuncio Apostólico Franco Coppola también tuvo la difícil tarea de llevar a cabo el relevo generacional en la Arquidiócesis Primada de México, para suplir la cada vez menos popular figura del cardenal Norberto River Carrera y colocar en su lugar al recién designado cardenal Carlos Aguiar Retes, un ministro más diplomático pero más convencido de los principios eclesiásticos.

    La designación del cardenal Carlos Aguiar Retes como Arzobispo Primado de México dejó el claro el tipo de episcopado que el Papa Francisco quería para México: uno más sólido en sus principios teológicos, pero más abierto al diálogo con la feligresía, sobre todo con la representación del Estado mexicano.

    La actuación en México del Nuncio Apostólico Franco Coppola ha sido fundamental para la política del Papa Francisco; a él le corresponde revisar las renuncias de por lo menos 134 obispos mexicanos que antes de 2021 tendrán que renunciar a sus cargos por avanzada edad, y en consecuencia designar a sus sucesores, que deberán ser afines a la política del Papa Francisco.

    A decir del especialista Bernardo Barranco, “el episcopado mexicano es uno de los más conservadores y planos de América Latina, y los obispos aún no acaban de comprender la conversión que el Papa Francisco les ha mandatado”, por eso considera que el Nuncio Apostólico, Franco Coppola, es una especie de “línea de transmisión de las orientaciones del pontificado en México”.

    Con la designación de Franco Coppola como Nuncio Apostólico en México, desde 2016 a la fecha se ha llevado a cabo un replanteamiento del papel de la Iglesia Católica frente al creciente clima de violencia que se vive en el país, en donde los propios ministros de la iglesia también han sido blanco directo del crimen organizado.

    Y es que Monseñor Franco Coppola no es ningún improvisado en el panorama que se le ha venido presentado en México, principalmente en el tema de la Iglesia frente a la violencia. Es un soldado de Dios; es un diplomático que ha estado trabajando en países con situaciones de guerra. Su labor más reconocida es la que realizó en la República Centroafricana, donde junto al arzobispo de Bangui, Dieudonné Nzapalainga, logró mantener intacta a la Iglesia Católica, tras el proceso de reconstrucción nacional.

    El representante del Papa Francisco en México, antes de estar en este país fue Nuncio Apostólico en la República Centroafricana y en la República de Chad, en el corazón de África, donde la Iglesia católica está confrontada con algunos Estados y es perseguida por miembros de otras religiones, pero mantiene una presencia de asistencia social, como en pocos lugares del mundo.

    La presencia de Franco Coppola en México se puede entender plenamente si se considera que como funcionario de primer nivel de la Sección para las Relaciones con los Estados, de la Secretaría de Estado del Vaticano, también ha llevado a buen término las encomiendas para defender los intereses de la Santa Sede en países con conflictos sociales graves, como Líbano, Burundi, Colombia y Polonia, donde distinguió a la Iglesia Católica por estar del lado de los sectores más golpeados por la violencia.

    Hay que recordar desde del 2000 a la fecha, de acuerdo al recuento del propio gobierno mexicano, en nuestro país han sido asesinados 23 sacerdotes, y por lo menos dos más se encuentran desaparecidos, la mayoría de esos crímenes han sido atribuidos a células del crimen organizado, aunque el Estado Mexicano ha minimizado los hechos, atribuyendo los asesinatos y las desapariciones a la delincuencia común.

    Portazo a la vieja escuela

    La designación por parte del Papa Francisco de nuevos cardenales para México, incluido el Nuncio Apostólico Franco Coppola que ya trabaja desde 2016, no es otra cosa que un rompimiento con el pasado actuar de la Iglesia Católica en este país, que la sumió en descredito y diversos cuestionamientos del orden social.

    No debemos olvidar el caso del nuncio de Girolamo Prigione, quien permaneció durante casi 19 años como representante del Papa, entre 1978 y 1997. En ese lapso, el Nuncio Apostólico hizo pactos con el gobierno y tendió lazos oscuros con el Cártel de los Hermanos Arellano Félix, lo que lo hizo ver no solo como cabeza, sino dueño de la Iglesia mexicana.

    Girolamo Prigione transitó de la polémica al escándalo, sobre todo cuando minimizó y escondió las denuncias de pederastia que pesaron sobre el padre Marcial Maciel, al que no le ocultó su cariño, a grado de aceptarle una fiesta de despedida, en uno de sus tantos retornos a Italia.

    Entre los escándalos del Nuncio Apostólico Girolamo Prigione, donde el menor eran sus amoríos que mantenía con la “Hermana Alma”, la monja que lo atendía en la Nunciatura, se encuentra la forma en que destituyó de sus diócesis a más de la mitad de los obispos mexicanos afines a la Teología de la Liberación.

    Prigione fue un perseguidor del obispo Raúl Vera, al que retiró de la diócesis de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, por no estar de acuerdo con su “teología india”. También se confrontó con el obispo Samuel Ruiz a causa de la tarea de apoyo que la Iglesia Católica daba a los pueblos indígenas del sureste mexicano, en donde ordenó el cierre del Seminario Regional del Sureste, por ser semillero de los teólogos de la liberación.

    A Prigione se le atribuye la creación en México del llamado “Club de Roma”, donde integró a los obispos fieles a su modo de actuar, dejando de lado a la iglesia progresista mexicana. Con el apoyo de la Curia Romana, el Nuncio Girolamo Prigione atentó contra la autoridad de los obispos, por lo que entró en conflicto con el entonces Arzobispo Primado de México y cardenal Ernesto Corripio Ahumada, al que terminó por reducirlo a una figura decorativa de la Iglesia Católica en México.

    Como representante personal sucesivo de los Papas Pablo VI, Juan Pablo I y Juan Pablo II, el Nuncio Prigione se relacionó en forma muy personal con varios presidentes de México, siendo épica su relación con el entonces secretario de Gobernación Manuel Bartlett Díaz, quien tenía la encomienda oficial de llevarlo a jugar tenis cada semana.

    Tal fue la relación de Prigione con el poder político en México que eso hizo posible que este Nuncio Apostólico fuera el orquestador de las Reformas Constitucionales de 1992, para afianzar las relaciones Estado-Iglesia, mediante las cuales la Iglesia Católica pudo tener reconocimiento jurídico, a fin de hacerse de propiedades, participar en sociedades de negocios y ser activa en la vida política del país.

    Pero el mayor escándalo que encaró el Nuncio Apostólico Prigione, fue el haber recibido en la Nunciatura del Vaticano la visita de los hermanos Ramón y Benjamín Arellano Félix, capos del narcotráfico a quienes el Estado mexicano señaló de haber asesinado al Cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo. Con Ramón Arellano Félix se reunió el 13 de diciembre de 1993, y con Benjamín Arellano el 16 de enero de 1994.

    ¿AMLO Vs El Papa?

    Sin duda las relaciones que mantienen como jefes de Estado el presidente de México Andrés Manuel López Obrador y el Papa Francisco, no pasan por su mejor momento; la tención comenzó desde que el presidente mexicano exigió, en una carta enviada al Papa Francisco, una disculpa pública por los llamados excesos que cometió la Iglesia Católica contra el pueblo mexicano en el período de La Conquista y durante la Colonia (1519 a 1810).

    Ahora la tensión ha crecido luego que el Vaticano, por instrucción del Papa Francisco, se niega a ceder a la petición del presidente López Obrador de tener, en calidad de préstamo durante un año, tres códices y un mapa de la ciudad de Tenochtitlán, los que actualmente se encuentran en poder de la Iglesia Católica y que fueron elaborados por ministros de esa orden religiosa.

    Los textos históricos reclamados por el gobierno mexicano son el Códice Vaticano B o Codex Vaticanus, el Códice Vaticano 3738 o Códice Ríos y el Códice Borgia, además del mapa de la ciudad de Tenochtitlán, los que se pretenden exponer de manera pública en las celebraciones nacionales del aniversario de la independencia de México en 2021.

    Además de la postura oficial del Papa Francisco de negar dichos documentos, el Vaticano ha respondido al gobierno mexicano con la designación de un nuevo cardenal, Felipe Arizmendi, quien está identificado con las causas sociales de un grupo poblacional, el de los indígenas de Chiapas, que se ha autorreconocido como opositor a la política del gobierno actual.

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