En el abandono, la arquidiócesis de Aguiar Retes

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    Por Bernardo Barranco V.

    Carlos Aguiar nació en Nayarit en 1950. Su vocación sacerdotal fue temprana, a los nueve años. Influido por la devoción de su madre y abuela, ingresó al seminario a sus escasos 11 años. Se convirtió en un biblista culto.

    A cuatro años de haber asumido la conducción de la arquidiócesis primada, muchos nos preguntamos: ¿dónde está el cardenal Carlos Aguiar Retes? Su presencia está desdibujada tanto en ámbitos mediáticos como en los pastorales. Contrario a lo que se pensó, ha tenido muy poca incidencia en el campo religioso y políticamente se ha desdibujado. El 7 de diciembre de 2017 el papa Francisco, su amigo, lo nombró arzobispo primado de México en sustitución de Norberto Rivera, uno de los cardenales más funestos que ha tenido la Iglesia. Después de 22 años de continuos escándalos, la presencia de Aguiar se percibía como una gran oportunidad para la Iglesia de emprender proyectos de renovación. La Ciudad de México, con el mayor número de escolaridad y secularización, requería la presencia de una persona culta, dialogante y carismática, al estilo que marca el papa Francisco. Aguiar ha desconcertado y decepcionado: levantó muchas expectativas que se han frustrado. Sin duda, el tránsito de mando de una arquidiócesis gobernada con la mano de hierro de Norberto Rivera no ha sido fácil. Y tampoco hay duda de que encontró oposiciones descomunales por las cadenas de interés y de poder creadas por Rivera. También se atravesaron el sismo de 2017, que destruyó numerosos templos, y la pandemia de covid, que durante un año no sólo mermó la acción eclesial, sino que decenas de sacerdotes murieron contagiados. Por ello, la arquidiócesis pasa hoy por una severa crisis financiera. No hay excusas, el cardenal Aguiar se ha quedado corto.

    Carlos Aguiar nació en Nayarit en 1950. Su vocación sacerdotal fue temprana, a los nueve años. Influido por la devoción de su madre y abuela, ingresó al seminario a sus escasos 11 años. Se convirtió en un biblista culto. Se doctoró en teología bíblica en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma en 1996. Tiene una larga experiencia y sólida formación. Con casi 50 años como sacerdote y 25 como obispo, ha conducido tres diócesis del centro del país.

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    Fue obispo de Texcoco (1997-2009), arzobispo en Tlalnepantla (2009-2018) y cardenal arzobispo primado de la Ciudad de México a partir de 2019. La verdad, no hay nada extraordinario en su paso como obispo. Quizá su acción más trascendente ha sido convencer al papa Francisco de subdividir la arquidiócesis y erigir nuevas jurisdicciones episcopales, como las de Iztapalapa, Azcapotzalco y Xochimilco en 2019. Aguiar tuvo como su principal mentor al cardenal Adolfo Suárez Rivera, su paisano ya fallecido, que en su momento fue un efectivo contrapeso al nuncio Girolamo Prigione, a Norberto Rivera y a los Legionarios.

    La trayectoria de Carlos Aguiar se destaca más en las estructuras eclesiásticas como secretario del Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam, 2000-03), vicepresidente del Celam (2003-07), secretario general de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM, 2003-06), presidente de la CEM (2006-12) y presidente del Celam (2011-14), así como su presencia en consejos de discasterios y comisiones pontificias del Vaticano. Quizá habría que reconocer que, más que un pastor, Aguiar es un príncipe de las estructuras de la Iglesia.
    Carlos Aguiar ha tenido episodios inoportunos y escándalos en su desem­peño episcopal. Con inexplicable insensibilidad, acudió a su toma de posesión como arzobispo de Tlalnepantla en un lujoso BMW descapotable, tipo James Bond, lo que registró el periódico Reforma. En abril de 2008, en una asamblea de la CEM, exaltó la generosidad de algunos narcotraficantes y manifestó que en México debería aprobarse una ley que permita a los delincuentes arrepentirse de sus actos y rein­tegrarse a la sociedad. Proceso registró ese posicionamiento de Aguiar: “Los narcotraficantes hacen obras muy significativas para la comunidad: meten luz y se encargan de financiar la construcción de caminos. También construyen iglesias y capillas. Eso ocurre en algunos pueblos muy remotos de la sierra, donde el gobierno no tiene recursos para actuar” (https://www.proceso.com.mx/nacional/2008/4/21/las-narcolimosnas-24418.html).

    Dicho planteamiento levantó de nuevo la polémica sobre las narcolimosnas y las relaciones subterráneas de la Iglesia con el crimen organizado. En 2009 gestionó y acompañó a Enrique Peña Nieto –entonces gobernador del Edomex y precandidato de PRI a la Presidencia– a presentarle a Benedicto XVI a su novia y prometida Angélica Rivera.

    Quizá su acción más controvertida fue la criminalización del aborto en México. Como respuesta a la legalización del aborto en la Ciudad de México en 2007, Aguiar, apoyado por grupos ProVida, estableció alianzas políticas con el PAN, del entonces presidente Felipe Calderón, y el PRI, de la “feminista” Beatriz Paredes Rangel. En 2009, 18 entidades modificaron sus constituciones locales en cascada. En un tiempo récord, sin debates y de manera sigilosa, se penalizó el aborto y se criminalizó a las mujeres bajo el siguiente formato proforma: “El derecho a la vida del no nacido se otorga en su calidad de persona, desde el momento de la concepción o fecundación”. Las mujeres al abortar, por diversas circunstancias, comenten un crimen. GIRE reportó en 2010 que varios centenares de mujeres fueron encarceladas. Hace muy poco el tribunal declaró inconstitucional tal medida y Aguiar Retes reaccionó así: “El fallo de la Suprema Corte de Justicia de la Nación al declarar inconstitucional la penalización del aborto, está facilitando la falsa salida, cuando la mujer se encuentra con un embarazo inesperado y no deseado”.

    En suma, en términos políticos, por sus fuertes vínculos con el PRI y el PAN, el cardenal Aguiar ha quedado fuera del radar de la 4T y del presidente López Obrador. En términos pastorales, el cardenal no ha hecho clic con su clero local. Hay críticas de cómo manejó el apoyo por la pandemia. No cuenta con un proyecto integral y ni siquiera ha redactado una carta pastoral en estos difíciles momentos. En términos mediáticos y simbólicos, abandonó catedral, justo a un costado de Palacio Nacional, para irse a la Basílica de Guadalupe. La gente va a rendir culto a la virgen y no a ver al cardenal. Norberto, en cambio, contó con un poderoso equipo mediático aportado por los legionarios y un histriónico pero efectivo vocero, Hugo Valdemar. Por el contrario, Aguiar pasa inadvertido en los medios. Se ha refugiado tibiamente en las redes sociales. Y permanece casi imperceptible en el debate nacional. El cardenal tiene el tiempo en contra pues, con casi 72 años de edad, por precepto canónico debe presentar su renuncia al cumplir 75. Ha consumido ya más de la mitad de su periodo formal en la arquidiócesis. Como dice el dicho: “Quien quiere y no puede, gran mal sostiene”.

     

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