Maradona, el hijo de Dios

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    BERNARDO BARRANCO

    Maradona fue un dios en la cancha. Sus funerales se desbordaron. La masa de aficionados rebasó la Casa Rosada de Buenos Aires. Fue una dolorosa peregrinación del adiós a un personaje entrañable. Los hinchas se volvieron de nuevo fanáticos que despedían a su ídolo, un semidios. Diego Armando, un fetiche en el césped sagrado del fútbol.

    La fuerza simbólica de Maradona es haber surgido del bajo fondo de la pobreza, hijo del barrio, para encumbrarse como rebelde, un tabú impuro que expresó lo más sucio que tiene la propia sociedad argentina. Más allá de la Iglesia maradoniana, Diego fue un ícono.

    Uno de sus apodos es “D10S”, un número que inmortalizó en la selección de Argentina y al Nápoles. Un ídolo que surge desde las entrañas de la humildad y la pobreza para convertirse una leyenda en las cachas y en la sociedad. No les importa que Maradona atente contra él mismo.

    El sociólogo en religiones, Fortunato Mallimaci nos explica: “Sobre la pasión que supera los cuestionamientos a los errores personales de este dios, esto queda en segundo plano porque la mayoría tiene debilidades y contradicciones en nuestras vidas personales. Los que lo aman se quedan con el genio deportivo, con el rebelde, con el plebeyo, con el que enfrentaba a los poderes”

    El gran Eduardo Galeano, escritor uruguayo, sentenció hace años: El fútbol es la única religión que no tiene ateos. Hoy día, el futbol puede resumirse en una sola expresión: la exaltación de la emoción. La dimensión lúdica del futbol alcanza, por su simplicidad y eficacia, las audiencias más diversas en términos sociales, culturales y geográficos. Excitación de los sentidos, pérdida momentánea de la realidad y el reencantamiento del mundo son fórmulas que las religiones están perdiendo.

    En su libro “Futbol, una religión en busca de un Dios”, Manuel Vázquez Montalbán dice: "El futbol es una religión laica; los fanáticos muestran una afición, una vivencia religiosa para nuestro sistema emocional... Los jugadores ya no son los sacerdotes fundamentales” Estos grandes ídolos, recuerdan a los dioses griegos que vivían, sufrían, rivalizaban y eran puestos a prueba por las tentaciones mundanas. En el futbol tenemos a Pelé, Platini y a Beckenbauer. Lugar aparte merece Maradona.

    Los argentinos le perdonan todo: sus adicciones, su promiscuidad, sus nexos con la mafia, su maltrato a la prensa, su machismo, su rebeldía peronista, su castrismo, ser feo, chaparro y gordo. Pero, en la cancha, el Pelusa fue un dios.

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