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INERCIA O REACTIVACIÓN

INERCIA O REACTIVACIÓN

EL DILEMA DE CORTO PLAZO DE NUESTRA ECONOMÍA.

Ricardo Caballero de la Rosa

La encuesta más reciente sobre las expectativas de los especialistas en economía del sector público del mes de mayo, publicada por el Banco de México, señala que el crecimiento anual del Producto Interno Bruto (PIB) para 2021 podría llegar a 5.15%, desde una base del mes de abril de 4.8%.

Este aumento de la expectativa coincide con el incremento en la inflación que llegaría al 5%, desde una base en abril de 4.56%.

Estos datos combinados significan, entre otras cosas, que el rebote para este año desde una fuerte contracción en 2020 de -8.3%, parece que sería mayor a lo esperado y estaría entre el 6% y el 8%, con una inflación en alrededor del 5.5%.

Así, aunque este año tendremos crecimiento, el problema está en el año 2022, el cual no tendría más que un aumento de 2.65%, según los propios especialistas, con una inflación de 3.6% (más cercana a la meta del Banco de México). Esto no lleva a la disyuntiva entre simplemente crecer siguiendo la inercia estructural o mantener este impulso de 2021 y tratar de repetirlo en 2022.

El presidente Andrés Manuel López Obrador no las ha traído todas consigo en materia económica, antes al contrario, su administración se interpreta como una etapa de pérdida histórica y una gran laguna en la merma laboral, en nuestras condiciones de bienestar y en los ingresos reales de las familias, muchas de las cuales han ingresado de nueva cuenta en las estadísticas de la pobreza.

El gobierno federal se prepara para el año 2022, última oportunidad para mejorar económicamente al país y, con ello, se prepara también para la contienda electoral de 2024. El relevo del secretario de Hacienda y Crédito Público y el anuncio de que habrá otros cambios en el gabinete, apuntan a una reestructura que busca blindar la elección y blindar las modificaciones hasta ahora llevas a cabo. La Cuarta Transformación se juega su rol histórico a partir de este momento.

Pasar de la réplica del crecimiento a la reactivación efectiva tiene múltiples desafíos. El primero de ellos que se eleve la inversión, desde una base de 18% del PIB hacia el 23% o 24%, a fin de desatar las energías que aumenten el empleo y permitan mayores ingresos de las personas que detonen el mercado interno.

Las negociaciones políticas serán fundamentales, de manera conjunta con los acuerdos con los agentes empresariales, a fin de convencerlos de aprovechar esta coyuntura y hacer que el 2022 sea una extensión de este año, no sólo para el clima de negocios sino para una mayor certidumbre para quien invierte en este país. La nueva legitimidad mayoritaria electoral reciente, requerirá nuevos términos de confianza inmediata y un desplazamiento del ciclo económico fuertemente influenciado políticamente.

Aunque los niveles actuales de la inversión productiva se encuentran en un nivel similar a los de abril de 2011, lo cual implica toda una década de rezago y desconfianza, lo relevante es que los datos muestran una tendencia a la alza que podría incentivarse desde las esferas del poder, circunstancia que bien podría aprovecharse para generar un crecimiento acelerado y romper con la inercia que ha acabado con los esfuerzos políticos, tanto de índole neoliberal como de origen de izquierda.

Es este espacio de política económica donde subyace un factor determinante para la elección presidencial de 2024, puesto que está en juego dos proyectos de país, dos nociones prospectivas: la de los grupos panistas unidos al priismo, que ahora deberán defender en su pragmatismo desideologizado posturas más de izquierda, y la del ala de la izquierda promocional y amorosa, de base ética arraigada, basada en la economía moral, ese eje que tuerce al capital la mano para obligarlo a considerar en serio el bienestar de los trabajadores.

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