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· UN PRESIDENTE LILIPUTIENSE

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Contracolumna

· LORENA CUÉLLAR EN ZANCOS

JOSÉ MARTÍNEZ M.

Nuestros políticos son tan enanos que necesitan zancos para poder mirar a la gente.

Lorena Cuéllar la candidata de Morena al gobierno de Tlaxcala, es tan pequeña e insignificante -no solo física sino mentalmente- que carga a todas partes con un banco o un par de zancos para que la gente la pueda mirar.

Como la Cuéllar, tenemos un presidente muy pequeño para un país tan grande.

Tlaxcala es el estado más pequeño de la república y una de las entidades con grandes problemas. La pobreza es uno de ellos.

La idea de recurrir a los zancos es mirar por encima a las personas.

Está claro que no es lo mismo mirar al país desde la llanura que desde las alturas.

Por desgracia somos vistos como un país de liliputienses. Morena es un partido de la política ficción. Un partido de enanos.

Como Gulliver, tenemos un presidente de ficción. Un cirujano con machete que ve a los mexicanos como personajes minúsculos.

Obrador es un presidente “chichimeco”, así se les dice a los que andan en zancos. Otros simplemente les llaman “zancudos”.

En medio de la desgracia el presidente sigue demostrando que es un politiquero. Un presidente carroñero. Sobre los cadáveres de la tragedia del Metro sigue con el mismo discurso.

Obrador sigue insistiendo en dividir a los mexicanos. Ni siquiera ha sido capaz de unir a su propio partido.

Hemos atestiguado al espectáculo macabro de las elecciones internas en Morena. Medio centenar de candidatos a dirigir al partido. Mario Delgado quien fue impuesto al frente de la dirigencia le puso ventilador a la mierda. Su principal oponente, Porfirio Muñoz Ledo -él mismo que le colocó la banda presidencial a Obrador- ahora es uno de loas más feroces críticos de la obradocracia. Acusa que el país sufre una crisis constitucional a partir de las pretensiones del tabasqueño por maniobrar en la ampliación del mandato del presidente de la Suprema Corte, como un ensayo de lo que vendrá en 2024.

Es lamentable que muchos sigan confiando en un político que carece de la más pizca de ética. Nuestra miopía política es peligrosa. En un país de ciegos, el tuerto es rey.

Las encuestas más recientes ahora nos dicen que los candidatos de Morena están a la baja. Las encuestas son poco o nada confiables. Mark Twain decía que existen tres tipos de mentiras: las mentiras, las malditas mentiras y las encuestas.

Cómo medir el hartazgo de la gente. Obrador proponía utilizar un barómetro para “medir la felicidad” de la gente. De alguna manera alguien se refería a esa cosa como el “amlometro”.

Lo cierto es que impera un malestar social. Pero en un país donde reina la ignorancia, los políticos tienen mucho que ganar. Vuelvo al caso de Tlaxcala.

Lorena Cuéllar ofrece “acabar” por decreto con la pobreza ancestral de los tlaxcaltecas. Para ello se ha encomendado a su santo patrón. Para todos lados carga con una imagen del presidente Obrador. Es su amuleto. Un fetiche. Todas las noches antes de ir a dormir se encomienda al tabasqueño. Al amanecer le agradece.

Obrador es Dios en el poder. Así lo ven los candidatos de Morena.

Así como los narcos confían en Malverde y muchos delincuentes se encomiendan a Judas Tadeo, los morenistas le rezan con devoción a Obrador.

El tabasqueño es la viva imagen de la decadencia. Un símbolo del atraso y de la impunidad.

En Tlaxcala todo mundo sabe de la mala fama de Lorena Cuéllar. Una política sin ideología y sin prestigio. Una política oportunista. Una política que es capaz de estar con Dios y con el diablo. Así como ella, el país está plagado de políticos pusilánimes. Políticos que se acomodan a las circunstancias para obtener provecho.

Políticos -que como Obrador- hablan en nombre del “pueblo”. Políticos sin escrúpulos que como los lobos se alimentan de los corderos.

Políticos que son capaces de matar a sus propios hermanos o a sus padres no solo para apropiarse de sus herencias sino para mantener privilegios.

En Morena no importa que haya que pasar sobre los cadáveres de los últimos mexicanos para seguir manteniéndose en el poder.

Así como cuando los alcohólicos llegan al clímax de su crisis existencial, los mexicanos hemos tocado fondo con el gobierno de Obrador.

Estamos en las peores condiciones políticas.

Estamos a un paso de las elecciones más importantes de los últimos tiempos. Los comicios serán un momento propicio para definir nuestro rumbo.

No se trata de que nos la “curemos” como suelen hacerlo los bebedores, sino de encontrar un remedio que le ponga punto final al problema de salud pública en que se ha convertido la política mexicana.

Estamos en una situación tan decadente que en las mañanas apenas y nos despertamos y ya parece que estamos ebrios cuando comenzamos a escuchar a nuestro presidente liliputiense.