EL FEMINICIDIO DE FÁTIMA

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    COMO TODOS LOS FEMINICIDIOS EN MÉXICO: IMPUNES, NORMALIZADOS Y VERGONZOSOS
    J. JESÚS LEMUS

    ¿En qué momento México se convirtió en un país sin justicia? ¿Cómo fue que llegamos a esta situación en la que el Estado no garantiza la aplicación de la ley? La respuesta a estas preguntas es lo que desde hace cinco años atormenta todos los días a Lorena Gutiérrez Rangel, una víctima indirecta de feminicidio que ha padecido un calvario para encontrar justicia por el asesinato de su hija.

    El próximo 5 de febrero –Lorena hace sus cuentas- ya se cumplen seis años del feminicidio de su hija Fátima Varinia Quintana Gutiérrez, de 12 años de edad, la que padeció lo indecible a manos de tres jóvenes que eran sus vecinos, y que en menos de una hora con 20 minutos la sometieron a secuestro, tortura, violación y la asesinaron.

    Los hechos ocurrieron en la comunidad de La Lupita Casas Viejas, del municipio de Lerma, en el Estado de México, justo cuando Fátima regresaba de la Secundaria Técnica “Jose Antonio Alzate”, en el municipio de Xonacatlán, de la misma entidad.

    Desde el 5 de febrero de 2015 Lorena no tiene paz. Se está consumiendo en vida, no solo por la tragedia que padeció su hija sino porque a la fecha el Estado mexicano no ha sido capaz de impartirle justicia: de los tres agresores de su hija, solo Luis Ángel Ataide Reyes ha recibido sentencia ejemplar, al ser condenado a 73 años y ocho meses de prisión.

    Otro de ellos, Misael Ataide Reyes, solo recibió una sentencia de cinco años y podría quedar libre en unos meses. El tercero de los involucrados, Juan Hernández, al que apodan “El Pelón”, aún no ha recibido sentencia y podría quedar en libertad si la juez del caso acepta la instrucción de un tribunal federal que ordena la aceptación de un dudoso video como prueba de descargo.

    El video que podría dejar sin responsabilidad legal a Juan Hernández, es una grabación que aportó la dirección de la escuela “Sierra Nevada”, en donde supuestamente se observa a Juan Hernández ingresar a las instalaciones de ese plantel a la hora y fecha en que ocurrieron los hechos.

    Pero ese video, asegura Lorena, “es falso. Fue manipulado en cuanto a la hora y fecha en que fue tomado por las cámaras de seguridad del plantel escolar”. Ella, al igual que en otros campos del peritaje policial, ha tenido que aprender diversas técnicas de investigación –como en el caso de la edición de video- para poder dirigir el trabajo del agente del Ministerio Público.

    Lorena, igual que muchos familiares de mujeres asesinadas en México, ha tenido que hacer las veces de policía y agente del Ministerio Público, para tratar de obligar al Estado a que cumpla con su labor de impartir justicia, porque por motu proprio el sistema de judicial del país simplemente no reacciona.

    De acuerdo a la organización no gubernamental Impunidad Cero, en los últimos tres años más del 89 por ciento de los feminicidios registrados en México se encuentran empantanados en la impunidad, a veces a causa de tecnicismos legales y otras por falta de personal adscrito a las investigaciones, pero en la mayoría de los casos por falta de voluntad de los funcionarios encargados de la justicia.

    Según revela el informe “Impunidad en Homicidio Doloso y Feminicidio en México: Reporte 2020” de la organización Impunidad Cero, elaborado por Guillermo Zepeda Lecuona y Paola Guadalupe Jiménez Rodríguez, solo en lo que hace al 2019, cuando se registraron Mil 012 feminicidios, el sistema judicial reportó la aplicación de únicamente 252 sentencias condenatorias contra responsables de este delito.

    La principal causa atribuible al bajo número de sentencias dictadas en casos de feminicidios, si se quiere dejar de lado la omisión en la persecución de este delito, es la falta de agentes del Ministerio Público especializados en la materia, donde se estima, según la Fiscalía General de la República (FGR), que solo uno de cada diez Agentes del Ministerio Público están especializados en el tema de investigación de homicidios dolosos en razón de género contra mujeres.

    En México, hasta el día de hoy, existen 12 mil 738 Agentes del Ministerio Público, pero solo mil 270 de ellos se encuentran especializados en la persecución del delito de feminicidio, para lo que existen únicamente 21 agencias especializadas en todo el país, las que se encuentran en los estados de Campeche, Coahuila, Chihuahua, Guerrero, Estado de México, Michoacán, Morelos, Nayarit, Oaxaca, Puebla, Querétaro, Tabasco, Yucatán y Zacatecas.

    En el resto del territorio nacional las investigaciones por feminicidios corren a cargo de cualquier agente investigador del Ministerio Público, que en la mayoría de los casos desconocen los protocolos especializados y en consecuencia es fácil que incurran en errores dentro del proceso penal, que en el mejor de los casos hacen que los delitos de feminicidio sean clasificados erróneamente como simples homicidios.

    Dejar la vida en la investigación

    Por esa razón, Lorena Gutiérrez es la que prácticamente ha encabezado los trabajos de investigación, pues el agente del Ministerio Público adscrito al caso no ha hecho nada por aportar pruebas contra los inculpados. Si todo se hubiera dejado en manos del Agente del Ministerio Público, los inculpados ya estarían libres, considera entre sollozos, mientras narra la pesadilla que le ha tocado vivir.

    Toda la carga de la prueba de acusación ha corrido, desde el primer día de este penoso asunto, a cargo de la familia de la víctima. Fue la familia de Fátima, encabezada por Lorena, la que detuvo a los hermanos Ataide Reyes. También fue la misma Lorena la que presionó a la autoridad ministerial para que -dos años después- se detuviera a Juan Hernández. Y fue Lorena la que encontró el maltrecho cuerpo de su hija abandonado en el bosque.

    A Lorena también le ha tocado la carga de presionar al Agente del Ministerio Público para que promueva la presentación de pruebas, llame a testigos, presente careos, pero sobre todo para que proponga peritajes sobre las pruebas materiales con las que se ha podido establecer plenamente la responsabilidad de los acusados.

    El caso más claro de cómo Lorena ha tenido que ser Policía y Agente del Ministerio Público para que se imparta justicia en el feminicidio de su hija, es la participación que ha tenido en torno al polémico video que la defensa de Juan Hernández presentó, como prueba de descargo, el que en primera instancia fue aceptado por la juez del caso.

    La juez Janet Patiño García aceptó que en el video presentado por la defensa se observaba a Juan Hernández entrando a la escuela “Sierra Nevada” el día y la hora en que Fátima fue asesinada, por lo que sin mayor argumento que el establecido en la videograbación decretó la libertad del inculpado.

    Dos niñas tomadas de la mano observan un altar improvisado en memoria de Ingrid Escamilla
    Dos niñas tomadas de la mano observan un altar improvisado en memoria de Ingrid Escamilla en la Ciudad de México, el sábado 15 de febrero de 2020. Las manifestaciones contra la violencia de género tuvieron lugar el sábado después del vicioso asesinato de Ingrid Escamilla por su novio la semana pasada. En México un promedio de 10 mujeres son asesinadas cada día.(Ginnette Riquelme/AP)
    Pero fue Lorena la que, luego de aprender sobre el proceso de edición de video y la operación de ese tipo de cámaras, planteo ante el Agente del Ministerio Público, no solo la posibilidad de la alteración del video, sino que lo orientó para que atacara judicialmente la prueba, por ilícita de origen.

    La prueba fue atacada cuando Juan Hernández ya estaba en libertad. Por esa razón, Lorena otra vez motivó al Agente del Ministerio Público para que se dictara una orden de aprehensión contra el agresor de Fátima. Ella misma tuvo que informar a la policía ministerial del Estado de México en donde se encontraba el indiciado para que se pudiera recapturar.

    Tras la segunda detención de Juan Hernández, la defensa de este interpuso un amparo contra la no aceptación de la prueba, mismo que fue resuelto por un tribunal de alzada para que el proceso del agresor se reponga y se tome en cuenta el video, lo que podría dejarlo en libertad en la próxima audiencia que está a semanas de suceder.

    La pesadilla de Lorena

    A casi seis años de ocurridos los hechos, a Lorena se le quiebra la voz cuando cuenta las escenas del día del asesinato de Fátima. Por consideración, le pido que omita esa parte. Ella se niega a no explicar cómo fueron los hechos, de todas formas –argumenta- son escenas que todos los días están en su cabeza.

    Su pesadilla comenzó el 5 de febrero de 2015 en punto de las 3:40 de la tarde. Por ocupaciones en el hogar y en el trabajo, ese día a Lorena y a su esposo se les pasó la hora de ir a esperar a Fátima a la parada del camión, como lo hacían de manera rutinaria desde que la niña entró a la secundaria de Xonacatlán.

    Fátima siempre salía de la escuela a las 2:10 de la tarde. Tomaba el camión y se bajaba sobre la carretera Naucalpan-Toluca, a 500 metros de su casa, donde siempre la esperaban su mamá o su papá. Desde allí bajaba acompañada y cruzaba parte del caserío. Luego, toda la tarde era de estudio o de ayudar en las labores de casa.

    El día de los hechos Lorena se percató de la ausencia de su hija en punto de las 3:40 de la tarde. Se le hizo extraño que a esa hora Fátima aún no regresara a casa. Desesperada salió calle arriba para ir a buscar a su hija a la parada del camión, pero mayor fue su sorpresa cuando no encontró a su hija, ni en el trayecto ni donde normalmente descendía del autobús. El corazón le dio un vuelco.

    Angustiada Lorena desandó la calle y se encontró con una compañera de Fátima, Salma, con la que siempre se acompañaba de regreso a casa. Lorena preguntó a Salma por Fátima y ella le confirmó que se habían bajado juntas del camión, pero que la había perdido de vista cuando bajaron por la calle principal del pueblo.

    Lorena, cada vez más angustiada, siguió preguntando por su hija a cuantos encontró en la calle. Por azares del destino, se paró frente a la casa de los hermanos Ataide Reyes, que se ubica en el trayecto de la parada del camión a la casa de Fátima. Desde la calle vio a Misael, que estaba sentado en el reposabrazos del sillón de la sala, y le preguntó por la niña, a lo que este contestó que no la había visto.

    En la parte superior de la casa Lorena observó a Luis Ángel, quien se veía recién bañado y sin camisa, mismo que en respuesta a la pregunta de Lorena contestó molesto negando haber visto a Fátima, la que ya para entonces era también buscada por sus hermanos mayores Ximena, Omar y Daniel.

    Lorena supo que las cosas no iban bien cuando en su búsqueda encontró la sudadera de Fátima, estaba tirada y con manchas de sangre, junto a un cuchillo también manchado de sangre y un puñado de monedas esparcidas en el suelo, en la parte trasera de la casa de los hermanos Ataide Reyes.

    La descarga de adrenalina hizo que Lorena siguiera rastreando el paradero de su hija en las inmediaciones de la casa de los hermanos Ataide. Llegó hasta la ladera de una zanja que estaba a no más de 120 metros de distancia de la casa y allí pudo ver a lo lejos una zapatilla deportiva blanca y parte de la pierna que sobresalía de entre los matorrales. Era el cuerpo inerte de Fátima.

    Con la ayuda de vecinos y familiares, se logró la detención de los hermanos Ataide Reyes, quienes estuvieron a punto de ser linchados, pero en una vaga esperanza de justicia a costa de sus sentimientos de ira y dolor, Lorena intercedió para que los muchachos fueran entregado a la autoridad.

    El dictamen forense

    El dictamen forense que se hizo sobre el cuerpo de Fátima, el que Lorena conoció hasta que estuvo presente en la audiencia de juicio de Luis Ángel y Misael, estableció que la menor fue interceptada cuando se dirigía a la casa. Según el peritaje, Fátima fue sujetada por el frente por dos individuos mientras era atacada por la espalda por un tercero.

    En primera instancia, a manera de sometimiento, Fátima recibió una cuchillada superficial de 10 centímetros sobre el rostro, y después una segunda cuchillada sobre el cuello, lo que hizo que brotara la sangre y manchara la sudadera, la que le fue desprendida por los atacantes.

    Dice el reporte oficial de la muerte de Fátima, que la niña no murió en el acto. Que dejó de existir después de una hora, tiempo en el que los agresores la violaron y la sometieron a tortura: le dieron 90 piquetes de sometimiento de profundidad superficial en diversas partes del cuerpo.

    Con un objeto contundente y puntiagudo le sacaron un ojo. Con otro objeto contundente le desprendieron todos los dientes, fue sometida a violación tumultuaria en repetidas ocasiones, vía vaginal y analmente. A la altura del tórax le ocasionaron una cortada de 30 centímetros de longitud. En las dos entrepiernas le ocasionaron cortadas de 10 centímetros de largo.

    Aún estando viva, a Fátima le fracturaron los tobillos y las muñecas y volvió a ser violada con un objeto contundente vía rectal. Después, los agresores le dejaron caer tres piedras sobre la cabeza, dos de un peso aproximado de 32 kilogramos y otra de aproximadamente 36 kilos, con lo que se le causó la muerte por traumatismo craneoencefálico severo.

    Feminicidios, el día a día en México

    Como el caso de Fátima, en México ocurren decenas de casos por mes. Es la normalización de la violencia que se ha asumido como parte de una desgracia a la que pareciera que el país está obligado a padecer, y que de alguna manera hace que el gobierno federal no reajuste sus políticas públicas para la atención de este problema.

    Los feminicidios en México siguen al alza. De acuerdo a las cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, desde el 2017 al 2020 el índice de asesinatos contra mujeres en razón de su género ha crecido en forma acelerada; en 2017 fueron 742 feminicidios, en 2018 se llegó a 893, en 2019 se alcanzó un récord histórico de 942 muertes violentas de mujeres a causa de su género, y en 2020 se contabilizaron 940.

    De acuerdo a las cifras oficiales, que hablan de la violencia desatada contra las mujeres, solo en 2020, de los 940 asesinatos de mujeres que fueron clasificados como feminicidios, 218 fueron cometidos con armas de fuego, 228 con arma blanca, 419 se cometieron con otros elementos, principalmente piedras o palos, y en 75 casos la autoridad investigadora no especificó el tipo de arma utilizada.

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