Esta si es una pesadilla…

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    SIN LÍMITES 17 DE DICIEMBRE

    *El sueño recurrente de un poblano

    Por Raúl Torres Salmerón

    Pobre de mi amigo Mardonio. Me Contaba que ha tenido una pesadilla recurrente y terrible. Estas son sus palabras:

    De repente, despierto, me levanto de la cama, es un cuarto espacioso antiguo con el techo muy alto. Me miro al espejo y descubro... que tengo la piel negra.

    Busco mi foto en la credencial del Instituto Nacional Electoral y tengo ese color…

    Busco mi pasaporte y la foto también es igual, pero descubro que soy ciudadano argentino. ¡Dios mío... Yo, que no los quería!

    Me siento con dificultad, abatido, en una silla... ¡Ah caray! Descubro que tengo una prótesis en la pierna. Además la silla... es de ruedas. Lo que significa que, además de mi color y nacionalidad, también tengo una discapacidad.

    ¿Qué es esto? Es imposible que yo sea todo esto. Alguien por atrás me toca y me dice que me calme.

    Es Arturo y dice que es mi novio. Lo que no imaginaba, tener una preferencia diferente a lo que recordaba. ¡Soy homosexual!

    De acuerdo a lo que dice mi Cartilla de Salud, tengo el Síndrome de Inmuno Deficiencia Adquirida.

    Caray, en medio de toda estas noticias, busco mi jeringa… ¡Dios, no es posible! ¡Piel oscura, argentino, discapacitado, homosexual, seropositivo y farmacodependiente! Esto último, sí que no me lo esperaba.

    Desesperado, empiezo a llorar, trato de jalarme el pelo y no puedo... ¡No puedo! Soy calvo.

    Suena el teléfono y es mi hermana Paulina quien me dice: “¡Desde que murieron mamá y papá, lo único que haces es drogarte y quedarte ahí tirado, sin nada que hacer, en todo el día! Búscate cualquier trabajo… el que sea”.

    Dios Mío… También soy huérfano y para acabarla de fregar, soy un flojonazo.

    Intento explicar a mi hermana lo difícil que es encontrar un trabajo, el que sea, cuando se tienen tantas características que una sociedad discriminatoria no acepta, pero no lo consigo, porque... Porque me oigo y… también soy tartamudo.

    Trastornado, cuelgo el teléfono con la única mano que tengo... ¡Uf! ¡Que caray!... Descubro que soy manco... ¡Estoy manco!

    Luego, con lágrimas en los ojos, me acerco a la ventana a mirar el paisaje. Hay patrullas y varias vecindades alrededor, frente a mi ventana hay una barda pintarrajeada que dice: 'Barrio de la Luz… es la Ley'.

    Siento una puñalada en el marcapaso. ¡Dios de los desesperados! ¡No la amueles! ¡Estoy mal del corazón!

    Hay muchas cosas con las que se puede vivir, sobre todo con las que son de nuestra elección. Pero la discriminación también se da por el lugar en que las personas viven, por no tener una casa lujosa, como si no pertenecer a una clase alta fuera algo de nuestra elección. Vivo en el antiguo Barrio de La Luz, en el hermoso, pero viejo Centro Histórico de Puebla, donde las viejas casonas y vecindades se están cayendo.

    En ese momento se me acerca mi novio Arturo, quien con lágrimas recorriéndole el rostro me dice con voz aguda y quebrada: “Cariño, no te preocupes... Verás que, la alcaldesa Claudia, nuestra gran amiga nos va dar trabajo y nos va a sacar de pobres... Estamos en su mismo partido. Además, pese a las broncas que tiene con el Gobernador, piensa reelegirse”.

    ¡Dios Mío!... ¡También soy moreno!... ¡Soy chairo!... ¡Ya no soy fifí!... Me vuelvo a sentir discriminado por el propio Presidente.

    Pero, aunque no salgamos a la calle, me dice que debemos utilizar el cubrebocas. Le pregunto entonces: ¿Cubrebocas? Con cara de pánico me explica la pandemia que azota al mundo, el coronavirus, los problemas de la economía mundial. ¡Una pandemia! ¡Dios mío!

    UN AMARGO DESPERTAR

    Entonces es en ese momento cuando despierto y me veo a mí mismo. Sudoroso, con rostro de pánico y pienso:

    Es mejor estar bien, normal, sano, no importa estar confinado, ser perredista, priísta y en ocasiones hasta panista, al fin se van a aliar en las próximas elecciones. Seguramente la pandemia causará muchas muertes y dejará muchas secuelas de todo tipo.

    Y ya bien despierto me asaltan las dudas:

    ¿Será lo mejor la Cuarta Transformación? ¿Será mejor una guerra a muerte contra los fifís? ¿Cuándo terminará la pandemia del coronavirus? ¿Qué pasará en el futuro inmediato? ¿Es el fin del mundo? ¿Serán peores las pesadillas que la realidad? ¿Estábamos mejor cuando estábamos peor? ¿Alcanzarán las vacunas?

    Hasta aquí lo platicado con la pesadilla de mi amigo. ¿Acaso hay alguna distancia de los sueños y las pesadillas a la realidad?

    Seguimos viviendo en una sociedad en donde se señala, se critica, se discrimina, se violenta y no queremos cambiar, ¿qué hemos aprendido, qué nos ha dejado el 2020?

    Cualquier parecido con la realidad no es coincidencia…

    En fin, como escribió Antonio Machado (España, 1875-1939), en su poema Los Sueños Malos:

    Está la plaza sombría;

    muere el día.

    Suenan lejos las campanas.

    De balcones y ventanas

    se iluminan las vidrieras

    con reflejos mortecinos,

    como huesos blanquecinos

    y borrosas calaveras.

    En toda la tarde brilla

    una luz de pesadilla.

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