AMLO, Eduardo Rivera, Sergio Salomón; los cambios…

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    Sábado, Julio 29, 2023

    Xavier Gutiérrez

    ¿Puede haber más filosofía en un tendero de Mayorazgo que un egresado de Cambridge?

    Sí, puede.

    Y puede haber más, igualmente, en un peluquero de San Baltazar y en un plomero de Santa Bárbara, aquí al oriente de la ciudad.

    Converso esporádicamente con algunos de ellos. Sus lecciones no provienen de farragosos textos de economía, finanzas o administración. Aprenden en la escuela de la vida; sus evidencias son las gastadas suelas y su asesor de cabecera está en el bolsillo.

    No se hacen bolas. No recurren a “la hermenéutica” que solían citar los viejos teóricos de la izquierda. No cobran como los alzados consultores de victoriosas campañas políticas en España o Sudamérica que tanto embelesan a los políticos mexicanos.

    Su sabio empirismo es la vida diaria, los hechos corrientes de la calle, del mercado, de las chambas de la clientela.

    - “Mire usted, yo no se por qué no pueden entenderlo. Imagínese usted que estamos formados doce, o veinte, o treinta de estos compas ya “chambeados” de la tercera edad. Teníamos estirada la mano después de un “titipuchal” de años de trabajo. Y pasa don Miguel de la Madrid, y pasa ese Salinas, y pasa Zedillo, y pasa el señor Fox, y pasa el señor Calderón -así habla la gente de la calle, descontenta pero no irreverente- y pasa el señor Peña, y todos ofrecen que nos van a dar algo, que ya nos va a tocar, que nos van a salpicar por fin… ¡y nada!”

    - “Y por fin pasa el señor López Obrador… y por fin, luego de cinco o seis sexenios alguien nos pone algo en la mano, por fin alguien nos cumple… ¿cómo no quieren que uno esté agradecido si estamos viendo el beneficio, lo estamos sintiendo...? Todos nos habían dado atole con el dedo, más dedo que atole, hasta que por fin llegó este señor. Ora dicen que nos compró… noo... yo digo simplemente que nos cumplió…ya nos tocaba”.

    Su narrativa es a flor de piel. Y la entiende y digiere desde el revistero de los portales hasta el taquero del bulevar Valsequillo. En cada familia hay uno o varios adultos mayores, abuelos, o becarios. Y suman millones en todo el territorio nacional.

    Y están los miles y miles de trabajadores de las constructoras de los estados del sureste por donde pasará el Tren Maya o el corredor interoceánico de Tehuantepec-Coatzacoalcos. La derrama en salarios es extraordinaria.

    Ellos no se andan por las ramas, leen los hechos que se traducen en apoyos económicos, al margen de fallas burocráticas que los tienen horas en “colas” de dos y tres calles junto a las sucursales de los cajeros de Bienestar.

    Esta narrativa, sencillamente no la entienden los comentócratas de los portales de internet de CDMX, de los periódicos, la radio y la televisión; no la registran en internet ni en Twitter. En la élite capitalina los análisis son cupulares, siguen las líneas de los patrones insaciables de la élite mediática que se enriqueció con los presupuestos sexenales, destilan el resentimiento de la publicidad y “asesorías” millonarias que se cancelaron al cambio de sexenio.


    A ese núcleo eternamente marginado de millones de mexicanos, la información cupular lo infama y difama. Lo torpedea en la mayoría de los medios, lo trata con el látigo del desdén, del menosprecio. Le aplican motes de “estómagos agradecidos”, flojos, u otros adjetivos bajunos propios del lenguaje foxiano.

    Les reprochan su gratitud y fidelidad. Les recriminan tomar los apoyos; y no lo dicen, pero los imaginan mejor mendigando… o idealmente muertos. Porque en la estrechez mental no caben esos millones del sureste “por cuya culpa el país sigue arrastrando su ancestral pobreza”.

    Les echan en cara que son el lastre del México que no puede emerger, al cabo de sexenios de pobreza y expoliación, a los niveles del primer mundo.

    Por todo esto, no admiten las encuestas de aprobación presidencial.

    Por todo esto, llenan de lodo todo lo que caracteriza al actual gobierno.

    No es la crítica sustentada, la que censura una parte y aplaude otra. No, es la fobia, el odio abierto, la desaprobación sistemática, diaria, de cada día de los cinco años en marcha. No es periodismo, es activismo que responde a una campaña concertada anti todo lo que huela a la 4T.

    Desde el flanco gubernamental, por otra parte, hay también un mundo de errores, de torpezas. El principal es un pésimo manejo de la comunicación.

    Empezando por el Presidente. Es un genio de la narrativa popular, pero torpe, sumamente torpe en la estrategia. Y no escuchar, en su caso, no es pecado venial, es gravísimo pecado mortal.

    ALFORJA

    La tumba de Rivera. No le pueden reprochar a Eduardo Rivera carencia de voluntad en su trabajo. La mano municipal se ha multiplicado en lo que va de su segundo gobierno. Lo que sí resulta evidente es el derroche, el gasto que deja un olor nauseabundo a corrupción.

    Todo mundo sabe que las obras, u “obritas” es lo que más recursos le deja a cualquier funcionario. Los moches de los constructores, la inflación de costos, la asignación de trabajos o compras a los amigos con la comisión por debajo de la mesa, son, como dijera el viejo priista Rubén Figueroa, “los fletes que valen la pena un cargo”.

    Hoy, el alcalde Rivera ya no tiene el chirrión y la mirada inquisidora obsesiva de Barbosa para vigilar los gastos, pero eso no quiere decir que no haya lupa sobre sus actos.
    Está circulando un video de escándalo sobre la repavimentación de calles del Centro Histórico de Puebla. Grandes máquinas, palas mecánicas y rodillos, remueven toneladas de pisos en arterias que estaban en magníficas condiciones. Millones de pesos arrojados como escombro por un capricho del alcalde. Y vendrán millones de sospechoso manejo a pagar el nuevo pavimento a los amigos, socios o cómplices constructores.

    Esto no es nuevo, hicieron exactamente lo mismo Doger, Blanca, Pacheco, Bank y el resto. El Paseo Bravo, el zócalo y la Avenida Juárez son la fuente de enriquecimiento cíclica de cada alcalde poblano. Como reza aquella vieja tonada sudamericana sobre las fabulosas ganancias del terrateniente: “las penas son de nosotros… las vaquillas, son ajenas...” El capitalino sufre las consecuencias de los caprichos, y la ausencia de información, además; mientras que las “rentas” engrosan el botín de los gobernantes sinvergüenzas.

    No es improbable que el Centro Histórico con las obras de Rivera sea la tumba de las aspiraciones del arrogante alcalde.

    El gabinete estatal

    La más reciente renuncia en el gabinete estatal es la del Secretario de Salud, el doctor José Antonio Martínez, para muchos el mejor funcionario del actual gobierno. Esta otra baja pone de manifiesto lo ya visto: torpeza al evaluar al equipo. Junto con el exsecretario de Educación, eran los mejor calificados, por su experiencia y probidad.

    Pareciera que se recurre al expediente de siempre, se privilegia el amiguismo sobre la eficiencia. Una especie de manto protector o de complicidad encubre la salida de la exsecretaria de Finanzas y, en las sombras, perfiles siniestros se mueven y colocan sus piezas alimentando la versión de que muerto el vicegobernador Julio Huerta, ha asumido plenamente ese cargo Jorge Estefan Chidiac.

    Así parece...

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