Sábado, Agosto 12, 2023
XAVIER GUTIÉRREZ
Cuando se empieza quemando libros, generalmente se termina quemando seres humanos.
Eso ha ocurrido en la historia de la humanidad. En las horas y tiempos más negros de la historia.
Cuando ha hablado el fanatismo, la intolerancia, las armas… la hoguera.
El combustible fueron libros, deidades, papiros, códices.
Y en paralelo seres humanos.
En estos días en el país resuenan voces como eco de aquellos tiempos.
Hay prohibiciones, temor a las ideas, clamor por las piras.
La derecha ha levantado ooootra vez esta bandera.
El tema es cíclico. Ni siquiera son originales.
La idea de los libros de textos y la educación estandarizada para nada es nueva. En el siglo XIX el precursor de esta iniciativa -y de muchas otras adelantadas a su tiempo- fue Ignacio Ramírez “El Nigromante”.
Pero los grupos más reaccionarios del país casi cada sexenio reviven el tema. Fue grande el escándalo con López Mateos. En otro tiempo lincharon maestros, los colgaron y les cortaron las orejas.
Hoy, mentes trasnochadas de la época de las catacumbas, intentan como tantas veces, asustar a la gente con el fantasma del comunismo. Son temas de la derecha más cerril.
Hoy ni China es comunista, ahí se construye el más brutal capitalismo del mundo. Otro tanto ocurre en Rusia, con los oligarcas que encumbraron y apuntalan a Putin.
Sí, probablemente México será comunista. Sí, pero los pronósticos más serios dicen que lo será exactamente al día siguiente que lo sea Estados Unidos.
Si la derecha lo quiere ver, tendrá que esperar sentada.
Casi en todas partes el gobierno en turno busca dejar su impronta de corte ideológico en diversos sitios, escenarios o núcleos sociales. La educación es uno de ellos. Lo hacen a veces con acierto, otras con torpeza, y otras veces con ambos componentes.
Hoy muchos comentócratas, opinadores prejuiciados o pagados, y dirigentes públicos y privados condenan los famosos textos. Pero son un coro que va contra todo. Odian al Presidente, los libros son sólo el pretexto.
Podríamos asegurar que ninguno, o casi ninguno ha leído los polémicos libros, por una razón: porque son 70 libros.
Han revisado páginas, algunos ejemplares, han encontrado errores, han encontrado contenidos dogmáticos absurdos, todo es cierto.
Ignoran deliberadamente lo común de cualquier edición y que el refrán nos lo recuerda desde tiempos ignotos: “No hay almacén sin ratas, ni libro sin erratas”.
Pero no es esto lo que se combate. Eso es un embuste… Hay mucho de fondo. Se fustigan las ideas y doctrinas del gobierno en turno y se centralizan los ataques con una montaña de adjetivos en la figura del Presidente.
O sea, nada nuevo.
Cada quince días hay un pretexto para poner en la mira del cañón propagandístico a AMLO.
En política y en la lucha por el poder nada es casual. Todo es causal.
Ese es el fondo ayer, hoy y mañana que termine el sexenio.
El gobierno, por su parte, ha hecho su aporte para que esto ocurra respecto de los libros. La elaboración de los mismos, contenidos, método y transparencia no corresponde con la narrativa con la que llegó Morena al poder.
En este y múltiples asuntos de gobierno, Morena ha carecido de inteligencia, tino, estrategia y sensibilidad para comunicar. Ahí reside gran parte de sus problemas.
Deja pasar hasta detalles aparentemente inverosímiles, como el desplegado condenatorio de los textos por el llamado Frente Amplio, con la referencia solapada a la guerrilla que asesinó al empresario Garza Sada. Y para nada se detiene el aparato de propaganda del gobierno en puntualizar que, precisamente Jesús Zambrano, el dirigente del PRD, parte del conocido triunvirato, era uno de los militantes de la “Liga 23 de Septiembre” que cometió esa y otras atrocidades.
La repulsa concertada a los libros es amplia, machacona, el propio Salinas Pliego y su TV Azteca levanta pendones y alerta sobre el comunismo que se aproxima. Sí, él, embarrado tantas veces en corruptelas y trafiques y con un aparato de propaganda televisivo que debiera dar cuenta de cómo construye con su poder un México libre de manipuleos y banalidades.
Todo, claro, a costa y bajo el intocable emblema de la libertad de los medios.
¡A otro perro con ese hueso!
Defienden sus millonarios negocios o las fortunas de los archi ricos que han medrado durante décadas como apéndices del poder con todos los presidentes.
Esto está entre líneas para quien quiera leer realmente los medios.
El aparato de propaganda anti gobierno es gigante, con buen soporte económico, que se enfrenta al gobierno en turno porque le ha afectado sus poderosos intereses, punto.
Un dato suelto: imprimir los libros de texto le costaba al gobierno mil 500 millones de pesos en cada sexenio. Eso dejó de ganar el sector privado al suprimirse tal concesión. Pero ni siquiera esto es la causa que se aduce.
Los libros y sus contenidos no son una bomba de tiempo ni aquí ni en China.
La clave está en la primera escuela que es la casa. Los padres son los primeros y mejores maestros. O deberían de ser.
Algo de esto nos lo recordó don Pepe Mujica, el expresidente uruguayo hace tiempo, cuando decía:
“No le pidamos al docente que arregle los agujeros que hay en el hogar. En la casa se aprende a saludar, a dar las gracias, a ser limpio, ser honesto, ser puntual, ser correcto al hablar, no decir groserías, respetar a los semejantes y a los no tan semejantes, ser solidario, comer con la boca cerrada, no robar, no mentir, cuidar la propiedad y la propiedad ajena, ser organizado”.
“En la escuela se aprende matemáticas, lenguaje, ciencias, estudios sociales, inglés, geometría, y se refuerzan los valores que los padres y madres han inculcado en sus hijos...”
Y por la casa, ¿cómo estamos cumpliendo con esto…?
Y Televisión Azteca, Salinas Pliego, Televisa, Imagen, ¿de qué manera refuerzan todo esto en su brillante y avasalladora programación que es el pan nuestro de cada día para millones de mexicanos…?
Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
Las opiniones y comentarios aquí vertidos no son responsabilidad de conceptouno.tv si no de quien las emite.