Los enchufados de arriba suman a su nefasta parentela

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    La llave mágica de “los de arriba” le abre paso a los de abajo: esposas, hijos, sobrinos, parientes…

    XAVIER GUTIÉRREZ

    Domingo, Enero 28, 2024

    La clase política del país no está haciendo su tarea. O la hace, pero sólo en favor suyo, y el país al margen.

    Y al decir la clase política hay que referirse específicamente a los partidos.

    Ya estamos viendo el anticipo. En las campañas y en las boletas veremos los mismos rostros de siempre. Una casta que se recicla entre los mismos sólo brincando de un cargo a otro.

    Con un agregado nefasto, cínico: cada vez le aumentan a los de siempre, a las esposas, hijos, sobrinos, parientes y amantes.

    Es realmente un descaro inaudito el meter a fuerza a la parentela en los cargos. No, es falso que ellos lo hacen por derecho y méritos propios. Y que impedir tales aspiraciones legítimas sería bloquear sus derechos. Es una desvergüenza sostener esto.

    La única explicación en esta descarada rotación de osamentas es la apetencia inaudita por el hueso. La vida fácil, cómoda, altamente lucrativa de vivir del presupuesto, siguiendo fielmente la máxima del “Tlacuache”, César Garizurieta.

    La fórmula es conocida, reiterativa y descarada: la mayoría de los vividores encumbrados extienden las mieles del dinero público a su no menos cínica parentela. Es fácil probarlo: sin el que va por delante abriendo brecha, los beneficiarios no tendrían asideros en la escala del poder.

    La recomendación, tutela y presiones del enchufado mayor es su llave mágica.

    La mayoría no sabe hacer otra cosa que imitar al gusano mayor. No hacerlo lo llevaría a morir de hambre. El dinero fácil sin el menor esfuerzo es lo único que figura en su hoja curricular. Revise los casos: los hijos de politicastros, las esposas y demás familiares ahí están ya haciendo bulto.

    Desde enfrente, el circo de trepadores de la casta divina parece como una dinastía de huarache. Se da el caso de que descansan un trienio, pero regresan nuevamente a calentar las curules que dejaron luego de varios lustros.

    Otra maniobra consiste en dejar dos semanas antes un partido y aparecer por otro. Lo que equivale a un cambio burdo de caretas o calzones para acomodarse ante la ley. No hay ideologías ni principios, es la insolencia pura. Es el brincadero inaudito entre montículos de excremento de los mismos.

    Y la mayoría de estos especímenes critican tal brincoteo de sus adversarios, inclusive lo hacen de los personajes de las dictaduras de otros países. No tienen una pizca de vergüenza ni en campaña ni en funciones. La razón es una: no tienen la mínima autoridad moral para predicar con el ejemplo.
    Los mayores, los dinosaurios de la casta empoderada del primer círculo, además del incontenible vicio de amasar fortunas, contratos y moches, lo hacen para conseguir fuero. Saben que, con una diputación o senaduría en la mano, gozan de varios años de impunidad, la coraza de un cargo público los protege del brazo de la justicia.

    Puede haber excepciones desde luego. Se dan contados, contadísimos casos que dentro de una familia existan elementos que efectivamente con preparación y trabajo propios y con una trayectoria impecable, hayan alcanzado sitios relevantes fruto del esfuerzo y el brillo individual. Son garbanzos de a libra.

    Lo espeso es lo otro. El estercolero que forman si fuera fosforescente iluminaría fácilmente grandes centros urbanos.

    Ese modus operandi se extiende al control y complicidad de los medios, el uso tramposo de la ley, el empleo del dinero para la reproducción infinita del fenómeno.

    Cada año el crecimiento del trepadorismo de esta manera se da de modo exponencial.

    Ese control del aparato del poder con todos sus tentáculos se da al margen de la sociedad. Por eso a los partidos no les interesa formar cuadros. La “clase política” se reproduce encapsulada, absolutamente al margen de la incómoda intromisión de la sociedad.

    El papel marginado de la sociedad es otro flanco aparte. La captura de las redes de reproducción de la clase política está tan bien estructurada, que a la mayoría de la sociedad sólo se le asigna el papel legitimador.

    Y con tan bajos índices de interés, cultura, información y preparación, el cuerpo social se acomoda dócilmente a su tarea. Este segmento ocupa gran parte de su atención en la dinámica de las tareas laborales, el sustento diario o la sobrevivencia. Y dejan el aparato de control del poder en manos de “los que mandan”.

    Ese es el espectáculo que estamos viendo ahora.

    Revíselo usted mismo…

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