La actitud, divino tesoro

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    Políticos y analistas necesitan recrearse para ofrecer un producto acorde con la sociedad

    XAVIER GUTIÉRREZ

    domingo, 22 de octubre de 2023

    Tengo la impresión de que uno de los vicios más extendidos y arraigados de los políticos mexicanos es que no se recrean.

    Igual sucede con numerosos articulistas y columnistas, más éstos que los primeros. Porque el artículo es un género que permite mayor libertad para elegir temas. El columnismo, en cambio, como lo entendemos en México, se aferra a la política y no sale de ese entorno.

    Y digo que es un defecto de estos quehaceres, porque a ello conduce inexorablemente la apatía, la comodidad, pero también la arrogancia y la soberbia.

    Si decidieran romper el círculo vicioso de hacer lo mismo siempre, que consiste en incurrir en repeticiones, encasillarse “en lo de siempre”, en lo que todos hacen, en lo que todos escriben, por lo menos llamarían la atención.

    Pero más que eso, darían frescura a su imagen, a su oferta y ganarían muchísimo en todos los aspectos.

    No hacerlo es adocenarse, es formar parte del montón, es ser racimo y no uva, es preferir ser copia que ser original.

    Insistir en lo de siempre es volverse predecible. La gente ve y juzga, adivina, sentencia y descalifica.

    Porque ya se saben comportamientos, discursos, vestuario, narrativa.

    Ya tienen perfectamente catalogado a fulano, con sus lugares comunes, su recurrencia a argumentos trillados, expresiones sentenciosas, dichos manidos, zalamería, aplausos y confeti.

    La falsa satisfacción del confort, la autocomplacencia, lenta, pero firmemente arrinconan al político o al analista y lo encierran en una categoría o con una etiqueta, y entonces deja de singularizarse y se vuelve parte imperceptible del paisaje.

    Siempre hará falta que uno y otro se bajen de la nube de humo. Desciendan a la plaza, caminen a ras de piso, conversen aquí y allá, pregunten, agucen los sentidos y adviertan por dónde sopla el viento.

    Mirar, observar, escuchar, husmear, siempre refresca la escala o las referencias propias.

    Todo mundo enseña algo, por sencilla que parezca una persona o su quehacer u oficio, siempre y cuando quien indaga o camina no se case con sus ideas, ponga en práctica al máximo su sensibilidad, vaya más allá de oír y se disponga a escuchar y tenga a flor de piel su sentido del humor.
    Si uno no se ríe de sí mismo, la vida se reirá de uno.

    Hablando de risa, las anécdotas son una buena enseñanza de todo esto.

    El recién fallecido amigo y experimentado banquero Alberto Ochoa Pineda contó una simpática y memorable.

    Fue invitado a la vecina Tlaxcala, a la boda del entonces gobernador Tulio Hernández (quien por cierto dijo cierta vez que “a Tlaxcala se le gobierna con pulque y saliva”, con lo cual hizo un brevísimo cuanto certero retrato propio) y la conocida actriz Silvia Pinal, ya en tiempo otoñal y con muchos calendarios encima.

    Terminó la rumbosa celebración y con sendas copas de champaña Tulio brindaba con tres íntimos amigos suyos, uno era Beto. Preguntó el gobernador:

    -A ver Alberto, dime la verdad, ¿qué te pareció la boda?
    -A mí me parece con toda franqueza que es la boda del siglo, respondió Ochoa.

    Tulio, regodéandose con el ambiente, la champaña y el elogio, reparó..

    -Oye, Beto… no se te hace que estás exagerando. A ver, ¿por qué lo dices?
    -No, para nada exagero... la boda del siglo: Silvia de 60 y tú de 40… ahí está.

    Una sonora carcajada remató el comentario. Y venga ahora el pulque…

    Ni duda cabe que el humorismo enseña.

    Pero también enseña la sencillez de la vida cotidiana, en cualquier calle, en cualquier esquina.

    Veo al sur de la ciudad, en San Manuel, un minúsculo restorán de singular nombre “Molito Verde”. Un ejemplo extraordinario de amor al trabajo, a la cocina, al servicio.

    Todos los días una larga hilera de comensales, aguarda con toda paciencia su turno para saborear las delicias que ahí sirven. Platillos comunes de la cocina poblana, pero con una sazón realmente extraordinario; diligencia de los tres jóvenes meseros como queriendo ganar un sitio en la Selección Nacional, multiplicada en funciones la dueña… y la satisfacción dibujada en los rostros de todos los clientes.

    La fama ha crecido y han tenido que abrir enfrente una extensión del restorán. Y ahí están fervorosos formando “colas” los que pasan a saborear los manjares o los que encargan para llevar. ¿Qué hay detrás de esta aparente magia de ofrecer placer y ganar legítimamente dinero?

    Sencillo: actitud… Eso, una actitud de servicio que derrumba y derrota crisis, pesimismo, pesadumbre y mitos. ¡Pura fibra y rostro alegre de estos jóvenes emprendedores…!

    Más al sur, en Xilotzingo, una papelería que se llama “Gerazit”, en una muy transitada esquina. Abierta todos los días del año, festivos incluidos. Adentro orden, limpieza, qué digo limpieza pulcritud, diligencia de sus dueños y empleados, todo en orden, atractivo, ¡dan ganas de comprar algo…!

    Otra vez, ¿qué hay detrás de este exitoso negocio? Lo mismo: actitud. El tratar y ofrecer al otro lo que a uno le gustaría. Al cliente un trato de SEÑOR, así con mayúsculas.

    Este par de negocios populares, lejos de los grandes y pomados conjuntos comerciales, contrastan con esos comercios a los que uno entra y casi lo agreden una dueña con cara de mala suegra y un empleado con pretensiones de judicial o policía mal pagado.

    Decíamos al principio que nada malo sería que políticos y analistas se recrearan. Pero no en la acepción del término que nos remite al disfrute, la diversión o el entretenimiento, no, sino al significado de crear y ofrecer algo nuevo, no lo rutinario y predecible, gastado y aburrido, tediosos y tóxicos.

    Hace falta ver a políticos y columnistas con otra oferta, otro producto y contenido, más nutrido en la cotidianidad, más ligado al hombre de la calle, más conectado con el diario vivir y más distante de quejas y clichés, de temas y actitudes manoseados y previsibles.

    ¿No le parece a usted…?

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