Barbosa, a un año de su muerte

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    Estilo y patología de un gobernante con una peculiar forma de gobernar y aires de reyezuelo

    XAVIER GUTIÉRREZ

    El día 13 de este mes de diciembre se habrá cumplido un año de la muerte repentina del gobernador Miguel Barbosa Huerta.

    Repentina pero explicable. Él sufría un padecimiento diabético con los efectos de este evidentes.

    Hay quienes especulan respecto de la relación de ese problema de salud y sus consecuencias, con su peculiar estilo de comportarse en el poder.

    Su personalidad era con frecuencia rijosa. Abría frentes de conflicto innecesarios y su lenguaje era a veces procaz, otras con una ligereza ofensiva, humillante, en ocasiones con aires de fanfarronería impropias de un gobernante.

    Su egocentrismo, mordacidad y la amenaza latente de propiciar la cárcel para sus adversarios eran parte de un estilo filoso y rasposo de gobernar. Eso era historia de todos los días. Permanente.

    El castigo con olor a venganza eran parte de cómo entendía el poder.

    Todo esto configuraba la imagen de un reyezuelo.

    Una forma de ser, por cierto, no muy distinta ni distante de otro gobernante de infausta memoria, Rafael Moreno Valle.

    Este escondía la mano de hierro en un guante envuelto en pluma de ganso.

    Aquel blandía el machete de modo ordinario ante los súbditos y ujieres.

    Aquel impostaba la voz y moderaba los modales en público. Se vestía de elegante y disfrazaba muy bien un carácter irascible con pretensiones de exquisito.

    Moreno Valle se soñaba en Versalles.

    Barbosa como que emulaba a Antonio López de Santa Anna. Se veía como amo y señor de una hacienda porfiriana.

    Hay quienes explican la personalidad de Barbosa como la de quien, resentido por el terrible quebranto en su salud sin remedio alguno, sufría el vertiginoso consumo del sexenio y ansiaba dejar huellas de todo tipo. Aunque aflorara ese dañino resentimiento.

    Una patología.

    Estas son sólo algunas pinceladas sueltas. Habrá estudiosos que vayan a fondo en el aspecto patológico de quienes así gobernaron Puebla en la historia reciente.

    Un día, hace meses, escribí en verso algunos rasgos del gobernante. Helos aquí:

    El gobierno de Barbosa

    Siempre llega a suceder,
    que algún vivo se aprovecha,
    de una circunstancia adversa,
    que aqueja a aquel que gobierna,
    si este sufre de visión,
    o si le falta una pierna.

    No faltan los abusivos,
    que aprovechan la ocasión,
    y que se pasan de vivos,
    exhibiendo su ambición.

    En Puebla lo hemos vivido,
    en nuestra historia reciente.
    muchos metieron el diente,
    al presupuesto que había,
    y fue tanta su osadía,
    que argumentaron, piadosos,
    que fueron muy generosos,
    con quien el poder tenía,
    pues en su afán de servir…
    “no miraba lo que hacía…”

    El gobernante invidente,
    no tuvo un rasgo piadoso,
    cuando el personal docente,
    pidió, en tono respetuoso,
    un aumento de salario.

    “Son bola de revoltosos”,
    les dijo a grito pelado,
    el gobernante furioso.

    Se olvidó de aquel refrán,
    sabio a pesar de trillado,
    que “siempre más pronto cae,
    el que peca de hablador,
    que quien gobierna lisiado…”

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