No son “chapulines”, sino presupuestívoros inmorales

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    Domingo, Octubre 8, 2023

    XAVIER GUTIÉRREZ

    Vemos por doquier, en todos los partidos políticos, bandas de corruptores de la democracia mexicana

    Llamar chapulines a los políticos que saltan de un partido a otro es francamente ofensivo para los esforzados insectos.

    Estos brincan de una planta a otra en un ejercicio de supervivencia. Saltan para comer.

    Los otros lo hacen comúnmente para medrar.

    La fauna nociva que caracteriza a la política mexicana es insaciable.

    Brotan ahítos de un grupo y van a otro movidos por el hartazgo.

    En rigor, no son muy diferentes a los mafiosos mexicanos ansiosos de dinero fácil. La pronta fortuna, ya con las alforjas repletas.

    Sólo por excepción encontramos a políticos que emigran de un partido por una causa respetable. A veces porque discrepan con la cúpula, porque frenan sus ideas reformistas, porque denuncian irregularidades o abusos internos y exigen sanciones.

    Estos, que muy poco se dan en la cotidianidad mexicana, tienen como antecedente cercano la Corriente Democrática dentro del PRI, que encabezaron Cuauhtémoc Cárdenas y Muñoz Ledo, entre otros. (Más allá en el tiempo, el afán reformista e idealista de don Carlos Madrazo, “El Huracán del Sureste”).

    Fuera de este ejemplo notable que tuvo como antecedente ideas y propuestas de hondo calado, que se nutrió no sólo de razón y razones, sino que generó repercusiones notables positivas para la democracia mexicana, no se registran otros referentes dignos de reconocimiento.

    Estos casos disruptivos fueron el embrión de nuevos partidos que vinieron a refrescar la férrea, patriarcal y anquilosada democracia mexicana. En alguna forma esto explica a Morena.

    Pero quedaron en el camino organismos viciados, vividores del poder destripados porque no tenían un sustento ideológico, sino una maraña de intereses: botín, cargos, prebendas.

    La práctica del mal llamado “chapulineo” se escribe con “che” de chambistas. No son otra cosa.

    Es la versión humana del hundimiento del barco, cuando saltan las ratas al mar como último recurso para salvar el pellejo. Este fenómeno con roedores sería más propio para hacer un símil de los trepadores, no ofendiendo a los saltamontes.

    No son casos aislados, son legiones que infestan a todos los partidos.

    Estas hordas con diplomas de cinismo bajo el brazo no actúan solas.

    Tienen en las dirigencias partidarias cómplices que los llaman, invitan o aceptan. Es decir, se hermanan por el cinismo y dan lugar a la corrupción salvaje que vive ahora precisamente, una vez más, la democracia a la mexicana.

    Cuando hablamos de cómo se pudre por dentro la democracia en el país, tenemos que referirnos, sin eufemismo, sin concesión alguna, a esta fauna parasitaria que cada tres o seis años emerge con descomunal descaro en pos de nuevos cargos o puestos.

    Algunos llegan con su inaudita desvergüenza y se cobijan bajo la figura emergente del candidato a alcalde, gobernador o presidente.

    Otros alegan “disidencia”. Hipócritamente argumentan su desacuerdo con políticas o decisiones.

    Pero su absurda doblez llega al final de un trienio o sexenio, cuando han disfrutado de las prebendas del cargo. Nunca antes se quejaron de incomodidad. Su grueso caparazón de falsedad no se ofendió en lo absoluto cuando fluían los recursos, sino hasta el final, cuando el cargo se extingue y hay que extender las alas en busca de un nuevo y fangoso pantano.

    Todo esto de lo que el hombre de la calle se da cuenta, le da asco y reprueba, no es un agravio a la masa espesa que así procede, no, es sencillamente una descripción.

    Usted los puede identificar, sin esfuerzo ni lupa.

    Basta revisar las listas y fotos o imágenes de los depredadores que rodean ahora mismo a candidatos al gobierno de los tres niveles. Exalcaldes, exdiputados y exsenadores, van en tropel pisoteándose unos a otros con la desfachatez reflejada en el rostro.

    Véalos, identifíquelos.

    Una exigencia mínima de asepsia a los candidatos sería demandar que alejen o eliminen de su derredor a esta clase de tipejos que forman una cáfila delictiva que lo rodea como corte de baja estofa.

    Le hacen daño, le contaminan sus actos, le quitan votos.

    La mayoría de los integrantes de este séquito del descaro no tienen como capital, cualidades o atributos idea alguna. Son carentes de ideología y principios, son ganapanes y truchimanes en busca de presupuesto y fortuna, es la prostitución de cuello alto con disfraz de “militancia”.

    Ayer traicionaron a un partido, hoy a otro y mañana lo harán con otro más.

    Son huérfanos de principios… y de algo más.

    Véalos usted, identifíquelos, ahí están.

    En mi apreciación puedo estar equivocado, pero usted no…

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