Camaradas; Comellas; el ejercicio...

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    Domingo, Marzo 26, 2023

    Camaradas; Comellas; el ejercicio...

    La palabra camarada viene de cámara, de recámara, de cama. Los soldados se dicen camaradas porque en la milicia, en el cuartel, comparten uno o varios camarotes para dormir. Eso los hace compañeros de cama.

    La política hace extraños compañeros de cama.

    Gente que uno pensaría incapaz en la vida de mezclarse con otros de triste ralea, ahí están, ahí aparecen.

    Hemos vistos en días recientes fotos y reuniones en donde aparecen y conviven individuos antípodas. Honorables e impresentables, experimentados y ganapanes, probos y punibles, decentes y prófugos. Todos como los compañeros de Cortés que “venían a hacer la América”. La dignidad y la mentecatez en el mismo barco.

    He visto personajes de estatura, respetables como Fernando Manzanilla y Alberto Jiménez Merino, en el mismo montón o saco, con trepadores y pillos redomados, buscadores de fortuna sin mesura ni recato.

    Algunos incluso con las manos manchadas o las alforjas llenas de dinero mal habido y ahí junto, codo con codo.

    Me hizo recordar alguna parte de la letra del tango “Cambalache”: “Hoy resulta que es lo mismo/ ser derecho que traidor/ ignorante, sabio, chorro/ generoso o estafador./ Todo es igual/ Nada es mejor/ Lo mismo un burro/ que un gran profesor.”

    (Chorro, en el lunfardo argentino es ladrón)

    Uno quisiera ver una barrera entre unos y otros. Hay diferencias, hay clases. Hay categorías. O como reza el lema comercial de una tienda de Tlaquepaque: hay niveles. Pero no, han tenido la mala fortuna de meterlos en el mismo morral. Qué lamentable mezcolanza.

    Viendo la extraña y vergonzosa argamasa, al menos alguno hubiera protestado, usando aquel viejo refrán mexicano: “aunque todos somos del mismo barro, no es lo mismo bacín que jarro…”

    ¿O no cree usted…?

    Comellas o la experiencia

    Recientemente conversé larga y sabrosamente con Juan Comellas. Amigo de hace muchos ayeres. Atrás de su larguísima experiencia como encuestador -fue de los primeros en este tipo de estudios en nuestro país- es un melómano de altos vuelos. Desde la adolescencia, un tío le incubó el saludable virus por la música clásica, aunque ya traía el contagio desde la infancia. Apenas un adolescente, viajaba con frecuencia, sólo, a escuchar conciertos a la Ciudad de México. Con el tiempo, el gusto se volvió una pasión, y la pasión se hermanó con la colección de conciertos grabados hasta sumar cientos.

    Es un gran conocedor de este arte y lo ha alternado gozosamente con su trabajo como catedrático. Durante un cuarto de siglo impartió clases entre otras, en la Licenciatura de Comunicación de la Universidad Iberoamericana. Y fue alumno de notables maestros, entre ellos el mismísimo don Julio Scherer.

    Ya como consultor y mercadólogo, ha realizado cientos de trabajos a empresas privadas e instituciones públicas. En su récord figura el haber hecho encuestas de diversa índole en casi todos los estados de la República, sólo tres entidades quedan fuera.

    Es un hombre ameno, sencillo y con una experiencia profesional sumamente respetable. Hubo ocasión para recordar sabrosas anécdotas.

    Juan Comellas, sin duda, un notable valor poblano.

    Abril, tiempo de primavera

    Marzo es un mes que, con la llegada de la primavera, le inyecta al cuerpo una extraña vitamina que vigoriza la vida. Y luego viene abril, que resulta como un trampolín para comerse el mundo.

    Cada mes tiene su encanto, pero estos dos son una especie de voz de arranque, un despertador, un electrizante de la naturaleza que te arranca de la cama y te lanza a disfrutar el sol, la calle, los parques… la vida toda.

    Basta escudriñar un poco en otras vidas y ver qué tienen en común aquellas personas o conocidos que sucumben con facilidad a la enfermedad o, peor aún, a la misma muerte.

    Desde luego, todas las generalizaciones son injustas, comenzando por esta misma.

    Pero me refiero a ese denominador común que con frecuencia encontramos luego de lamentables decesos. Y hallamos que algo que se multiplica es la falta de ejercicio o deporte. Y todo lo que esto trae consigo que muchas veces puede ser letal.

    Dejando de lado la genética, factores hereditarios, muchos de los padecimientos se derivan de una pusilánime actitud ante la vida.

    Eso, actitud.

    Conocí una casa bellísima. Palmeras, estanques, una fachada hermosa, pasto siempre verde a la entrada, esculturas de hermosas garzas junto a sus pequeñas fuentes. No grandiosa ni descomunal, tampoco fastuosa ni cara, llena de buen gusto, cuidado, y dueños celosos de su buen aspecto siempre.

    La vendieron. Sus nuevos dueños no se quienes sean, pero la fachada es un reflejo fiel de ellos. El abandono, el descuido absoluto, el desprecio por la naturaleza y las aves, las flores. Bien podría ser para sus habitantes una cueva. Su condición cavernaria los retrata de cuerpo entero.
    Así es el cuerpo, la vida.

    Démosle al cuerpo el recreo al que tiene derecho, dejémoslo que sus años ganen vida.

    Caminar, trotar, hacer un deporte, es cuestión de voluntad, de ganas, es la medicina que todo previene y que todo lo cura. Y que nada cuesta.

    Los beneficios de la carrera o la caminata, por hablar de lo más fácil, común y sencillo, son inconmensurables. Esto no exige reglas, uniforme caro, clima especial ni cancha exclusiva. ¡Arránquese...! Estos días, esta primavera, estos meses, son un excelente pretexto motivador para ganar vida… ¡es gratis!

    La respuesta inmediata, estimulante, saludable y motivacional, será extraordinaria.

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