MORENA, EL AGUA ENVENENADA

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    Contracolumna

    DE OBRADOR A BARBOSA, CACIQUES

    JOSÉ MARTÍNEZ M.

    Morena y el presidente Obrador han revivido la figura emblemática del cacique, la que se suponía estaba en extinción. Por desgracia no es así. A lo largo de su historia la figura del cacique político ha tenido un peso dramático.

    Ha estado presente a lo largo de los siglos. Vaya, la figura del cacique es tan vieja como el país, aunque ha tomado distintos cuerpos al paso de los años. El presidente Obrador y el gobernador poblano Miguel Barbosa son algunos ejemplos de su reencarnación más reciente.

    Ambos han creado a su alrededor un coto de poder por encima de los legalmente constituidos.

    La conducta inmoral tanto del presidente como del gobernador está a la vista. Tan es así que ahora hay muchas palabras devaluadas por este par de conspicuos representantes de lo que es y representa Morena.

    En Puebla el gobernador Barbosa no soporta las palabras “rector”, “universidad” y “estudiantes”. Simplemente le repugnan. Lo mismo ocurre con el presidente Obrador cuyos oídos no toleran las palabras “intelectual”, “científicos”, “universidades”, “investigación”, “periodista”, “empresarios”, etc, etc…

    En cambio todos conocemos el léxico preferido por dichos personajes. Todo aquello que cabe en el lenguaje de los insultos y las descalificaciones. Lo que los expertos psicoanalistas definen como “acoso moral”.

    Por desgracia, en lugar de avanzar en la carretera del progreso democrático tras el derrumbe del PRI en los albores del siglo XXI que permitió la alternancia del poder, el país vive ahora una regresión política como si nos hubiera atrapado el tiempo hace ya más de medio siglo en un sinuoso camino lleno de obstáculos para transitar hacia mejores estadios en los índices de desarrollo humano.

    Mucho tiene que ver la pasividad del entorno en que vivimos. Más de un tercio de los ciudadanos con derecho a voto no lo ejerce, mientras que otro tanto, los más vulnerables socialmente, son carne de cañón de los distintos partidos que lucran políticamente con la pobreza.

    En ese contexto de manipulación y explotación, el escritor Fernando Benítez se inspiró en la figura del cacique para escribir su célebre novela El Agua Envenenada. La obra publicada al inicio de la década de los sesenta, inspirada en la conducta inmoral de un cacique del pueblo yaqui de Tajimaroa. La historia de un pueblo que se rebela e impone lo que considera “su justicia”.

    Ese testimonio recogido literariamente por Benítez, me remite al cuento de Edmundo Valadés, La muerte tiene permiso, donde una comunidad de campesinos hacen justicia por su propia mano ante el cacicazgo atroz de un presidente municipal.

    Como en estas viejas historias se repiten casos con el agua de Chihuahua para abastecer a Estados Unidos, el despojo de las tierras en las zonas mayas para la construcción de un tren, la destrucción de manglares en Tabasco para construir una refinería y la especulación de terrenos en Santa Lucía para el desarrollo de un aeropuerto a cargo de las fuerzas armadas.

    El domingo cuando escuché el informe del rector de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla me perturbe al escuchar el llamado de José Alfonso Esparza Ortiz dirigido a la comunidad universitaria que él encabeza ante las amenazas del gobernador Barbosa quien pretende apoderarse de la universidad para saquearla y controlarla políticamente.

    No se trata de las escuelas patito como las que controla políticamente Morena de la mano del presidente Obrador, se trata de una de las cinco principales universidades del país, importante tanto en lo académico como en lo que corresponde al área de investigación científica y tecnológica.

    Las “universidades” de Obrador son más bien escuelas de reclutamiento a cambio de dádivas disfrazadas de becas para jóvenes, la mayoría, como promotores del obradorismo, con todo lo que eso signifique.

    Obrador se ha encargado de envenenar el entorno político del país haciendo prácticamente irrespirable el ambiente para muchos de sus detractores, las decenas de miles o cientos de miles, como sea, de quienes han salido a protestar a lo largo y ancho del país, con Frena o sin Frena, se esté o no de acuerdo con ellos. Pero al fin deben tener garantizado el derecho a manifestarse, como Obrador, en su momento, tuvo esas garantías.

    En Puebla, el gobernador actúa como un Tonton Macute de Obrador. Barbosa es una réplica a escala del tabasqueño.

    Barbosa es un cacique de rancias costumbres que evoca a la intolerancia del párroco aquél del pueblo de San Miguel Canoa que incitó al linchamiento de cinco jóvenes estudiantes de la BUAP en septiembre de 1968, quienes practicaban alpinismo en las faldas del volcán La Malinche.

    En México como en muchas otras partes del mundo vivimos tiempos de intransigencia y fanatismo, eso motivó a 150 intelectuales del mayor prestigio, a alzar la voz contra el auge de la intolerancia en la izquierda, por lo que firmaron una célebre carta en defensa del derecho a discrepar.

    En México la intolerancia ha llevado al gobierno de Obrador a castigar a las universidades y centros de investigación con la amenaza de desaparecer más de un centenar de fideicomisos por lo que se corre el riesgo de suspender invaluables proyectos para el desarrollo del país.

    Así se las gastan nuestros actuales caciques políticos que actúan más como alguaciles que verdaderos líderes.

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