Zacatlán, un pueblo que seduce el alma

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    Miércoles, Agosto 23, 2023

    Algunas de las mil facetas de ese hermoso girón de la Sierra Poblana

    XAVIER GUTIÉRREZ

    Es el desfile del gusto, del entusiasmo, de la sonrisa.

    Nos referimos al desfile de carros alegóricos de Zacatlán. Los más viejos de la comarca datan de hace poco más de ochenta años en esta celebración popular desbordante, regocijante.

    No tiene sentido cívico ni político ni religioso. Es lo más cercano al gusto por la vida, la naturaleza y sus frutos. Auténticamente un tributo a la tierra, a la manzana y al trabajo del hombre...

    Este hecho y la coronación de la reina son la esencia de la feria. Pero es este derroche de alegría y convivencia el que reúne a todos. Concurren alrededor de 30 mil almas a disfrutarlo. La mayoría de Zacatlán y la región y en número menor forasteros de todas partes del país.

    El ingenio, los recursos y los medios de los habitantes de la región se vuelcan en la preparación de los carros. El eje es la manzana, esa fruta y figura que en Nueva York da identidad a aquella urbe, aquí pone en la calle una multitud regocijante.

    Participa una cuarentena de carros adornados, tanto de las comunidades serranas que forman parte del municipio, como de la propia ciudad y su gente: los panaderos, los estudiantes, los clubes, todos de una forma u otra están presentes.

    Recorre el desfile multicolor 24 calles, dura unas tres horas, participan 16 bandas de música estudiantiles y unas 200 personas se encargan de toda la logística de la organización y desarrollo… Están pensados todos los detalles. Hay orden en las aceras y las calles. Paraguas por si llueve, gorras o sombreros, pero nadie se pierde esta fiesta monumental, la mejor cara de un pueblo.

    Habla muy bien de la cultura de los zacatecos el respeto a la gente, sobre todo a las damas, que atiborra las aceras de las calles céntricas. Y otro aspecto que enaltece la cultura de este gran pueblo: no han caído en la comercialización de los espacios con la renta de sillas como ocurre, con una voracidad fenicia en el desfile del 5 de mayo en Puebla.

    Perdóneseme la digresión, pero varias veces he dicho que la gente de esta ciudad serrana tiene mucho de urbanidad que hay que aprender, además, de su idiosincrasia, sus tradiciones, su cultura…

    Cada carro lleva y reparte todo un cargamento de manzanas. En el concurso se estipula que tienen que ser de magnífica calidad y esto se respeta rigurosamente, inclusive es parte del orgullo que se comparte, que se derrocha.

    Mares de brazos y manos extendidas saludan, vitorean, aplauden y cachan a lo largo de las calles miles de manzanas. No faltan algunos manzanazos por la cabeza o en plena nariz pero, como se dice en la política, ¡son los riesgos de la democracia…!
    Cada año la gente de Zacatlán y toda esa región de la sierra espera con ansias y gusto esta celebración, probablemente una de las más originales y nutridas del país y hay quien la ha llegado a comparar con la fiesta de La Tomatina en el municipio de Buñol de España, donde se escenifica una guerra de jitomates todos contra todos, con unas 150 toneladas de esta hortaliza como proyectiles en un clima igualmente festivo.

    Aquí no hay confrontación sino convivio. Los pueblos se esmeran por arreglar lo mejor posible sus carros, todos con manzanas, pero con alegorías multicolores diversas que exaltan lo que cada lugar produce o es motivo de atracción cultural o turística: el tejido de cobijas con lana, el pulque, el pan, las cascadas, un santuario, los tejidos de cordón, las bellezas naturales.

    Chicas bellas y niños de cada lugar engalanan los tronos o adornos de los carros y la gente no deja ni un minuto de premiar y expresar de mil formas su contento con el desfile. Un jurado selecto e imparcial califica a los concursantes con rigurosas condiciones que todos cumplen al pie de la letra, porque no hacerlo es motivo de descalificación.

    El equipo de la organización es como un ejército de zacatecos responsables y entusiastas, atento de sus tareas y los detalles. Además de preparar y organizar el desfile, tiene que cuidar el desarrollo y al final, dar alimentos a los cientos de jóvenes de las bandas de música participantes.

    En fin, un jolgorio bullicioso que retrata de cuerpo entero a un gran pueblo trabajador, creador, alegre, luchador e innovador.

    Ellos son el alma de la ciudad, un Pueblo Mágico que, no obstante, empieza a acusar los efectos de su notable desarrollo y éxito con tal condición. Y es que las oleadas de visitantes demandantes de servicios han puesto en crisis algunos de ellos.

    Un asunto urgente que se erige como un “SOS” enorme y preocupante para Zacatlán es la escasez de agua, que sea suficiente para sus habitantes y negocios. Ahí donde nunca se había resentido este problema, ha empezado el “tandeo” para los vecinos y se advierte que puede llevar a una grave crisis a la ciudad si no se atiende con la profundidad y recursos que este vital renglón demanda.

    Pero mientras, la vida no se detiene. Al retornar luego de algunos meses, siempre se encuentran cosas nuevas, fruto de la laboriosidad e ingenio de esta gente notable.

    Acaban de inaugurar una sala de exposiciones adjunta al Palacio Municipal cuyo nombre rinde homenaje al héroe insurgente local Román Márquez Galindo. Es un sitio soberbio, elegante, digno de la cultura local.

    El alcalde José Luis Márquez nos muestra en un recorrido la restauración general a que está sometido el Palacio, uno de los más hermosos del Estado. Esta joya es objeto de rescate y tendrá espacios de cultura de uso permanente para mostrar el talento y arte de sus creadores.

    Muy cerca de ahí, a unos trescientos metros, los “vitromurales” crecen cada día. Esta singularísima forma de arte es a base de espejos y millones de trocitos de loza. El proyecto, cerca del panteón, ha rescatado con enorme dignidad una zona abandonada y fea, hoy convertida en polo de atracción de miles y miles de visitantes de todas partes todo el tiempo.
    Es el resultado de un grupo de artistas voluntarios que, en forma rotatoria y disciplinada, bajo el mando del artista Raúl Sánchez Marchena, español de origen, utiliza su genio creativo sin fin -desde hace años y sin fecha de caducidad- para darle vida a personajes, hechos, tradiciones y lugares de Zacatlán, y perpetuarlos en los muros de una manera original y atractiva para disfrute de todos.

    Muchas facetas tiene la creatividad de los serranos. De paso nos enteramos que se acaba de editar y en breve será presentado un libro que reúne el trabajo de treinta y un escritores, poetas, cronistas y narradores, de poco más de una docena de pueblos de la Sierra Norte de Puebla, quienes plasman en las páginas su visión y testimonios de la vida de ese girón admirable, seductor y encantador de nuestra tierra poblana.

    El caminante termina este recorrido breve pero enormemente estimulante por esta tierra adoptiva y entrañable, oportunidad de saludar por sus calles a tanta gente que con sus tareas contribuye a proyectar a Zacatlán, como el maestro Melesio Barragán, Javier del Valle, Maru Fernández, Alejandro Barrios, Juan Carlos Lastiri y familia, el alcalde mismo, Christofer Escamilla, Octavio Sánchez Armas, pero igualmente el que ofrece muestras de vinos, los panaderos, el que vende “cochinitos” de panela, el que casi regala montones de nueces o yerbas varias para hacer tés, en fin…

    Uno sale de Zacatlán, pero siempre se lleva en el bolsillo, muy muy cerca del corazón, las imágenes, sabores, olores y recuerdos de eso intangible que nutre el alma…

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