LA OTRA CRISIS

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    LO INTERNO SE FUSIONA A LO EXTERNO.

    Ricardo Caballero de la Rosa

    Cuando todo parecía apuntar a 2020, sería un año de crisis más, la pandemia del COVID-19 remueve con su fuerza externa las entradas del sistema político y económico del país y comenzamos la travesía hacia una crisis que puede resultar más agresiva.

    Si pensábamos que la economía del país sería una economía con un modo de crecimiento muy entre 0.6% y 1.1%, como se había anunciado por varios analistas y centros de inteligencia financiera, el Banco de América advirtió hace unos días una caída de 4.5% en la economía mexicana este año debido a los efectos del brote del coronavirus, que hasta ahora ha contactado a más de 100 personas en el país y cobrado una víctima mortal.

    Según un informe de dicha institución bancaria, esperaríamos una recuperación del 2.5% del Producto Interno Bruto (PIB) nacional hasta el 2021.

    Estas noticias implican que las inversiones públicas privadas se coordinan en lo que resta del año, en parte, la productividad y la actividad económica, tal vez no se basen para revertir los efectos perniciosos del coronavirus sobre el sistema y que tendremos un año sin exento de sobresaltos.

    Este virus, un verdadero bien colectivo, la nueva crisis, conlleva externalidades negativas poderosas que vulneran las instituciones políticas y detectar la presencia de acciones colectivas que pueden determinar quién podría hacerse de los cargos que provocan, cómo financiar los gastos asociados y bajo qué circunstancias es desechable su control a través de una política de salud pública renovada, en el contexto de una política de seguridad nacional.

    El peso ya está en franca devaluación y el Banco de México estrategia de nuevo recortar la tasa de interés, un fin de los niveles de confianza y estabilidad logrados por la "era neoliberal" sirvan de sostén al pobre estado de la salud de las finanzas del país de la "era de la 4T".

    Lo que presenciamos es el efecto de la combinación de una crisis de origen interno, caracterizada por la falta de inversiones públicas y el resquemor de las inversiones privadas, pérdida de confianza y debilitamiento de las finanzas públicas, con el golpe de una crisis iniciada como convulsión en la salud en países como China, luego europeos como Italia y España y, ahora, en nuestro país.

    El manejo de una crisis interna que requiere inversiones, productividad y aplicación de esquemas de innovación, se amalgama con la necesidad de una política fulminante y efectiva de salud pública, medidas de política en el vertiente económica, en los aspectos sociales y en los músculos financieros, en particular de los que aquejan a millones de familias mexicanas en su economía familiar.

    Pero la respuesta gubernamental sufre un retraso y ya más de un analista ven en este escenario coyuntural no solo la disfuncionalidad entre las demandas de la sociedad y la incierta respuesta de la 4T, sino el rebase de sociedades, municipios, estados que están imponiendo su ritmo previsor por encima del letargo federal. Todo esto cimbrará los muros del federalismo.

    Esta cuarentena obligada tendrá implicaciones aún por ver. La crisis normal, por decirlo así, cursará una salida difícil cuya expresión será unas finanzas públicas devastadas con menores ingresos, reapertura de paraísos fiscales, relajamiento de la política de gasto gubernamental y mayor presencia y peso de los ingresos provenientes de la venta de las gasolinas en el gasto gubernamental.

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